Lo que Newton no sabía
Una asociación vinculada con el Discovery Institute, "Médicos y Cirujanos por la Integridad científica" (¿Y por qué no "Carpinteros y traumatólogos por la Integridad Científica"?), organiza estos días una serie de conferencias en España bajo el título "Lo que Darwin no sabía". Aunque algunas universidades españolas se han negado a ceder su espacio a los organizadores -hecho aprovechado para denunciar la "censura" e incluso el presunto "talibanismo" de la comunidad científica- el ciclo se está convirtiendo en un pequeño éxito mediático, alcanzando ya a algunos programas de televisión, como este debate auspiciado por Antena 3 en el que participaron el oftalmólogo creacionista Antonio Martínez y el presidente de la Sociedad Española de Biología Evolutiva, David Soler. Entre lo más destacado de la gira "creata" se encuentra precisamente una encuesta express preparada por este show televisivo, en la que una mayoría de espectadores se mostró contraria a las ideas de Darwin...
Por supuesto, no hay nada nuevo en la popularidad de las pseudociencias. Una buena parte de los habitantes de los países "civilizados" afirman "creer" normalmente no sólo en Dios, sino en ángeles, todo tipo de fenómenos paranormales, duendes y misteriosos visitantes de dormitorio. Sólo el 14% de los norteamericanos aseguran no creer en ángeles, y más de la mitad de los británicos se declaran creacionistas o escépticos con la evolución. Las encuestas también suelen revelar que una cantidad no despreciable de católicos "creen" en la reencarnación, pese a ser evidentemente incompatible con la doctrina cristiana. Los mismos científicos no se encuentran libres de las supercherías y las creencias erróneas.
No es que nuestra mente no está programada para comprender la verdad, como aseguraron los posmodernos, sino que como especie somos muy vulnerables a la mentira y el autoengaño.
Todos los seres humanos poseen nociones innatas sobre física, biología, matemáticas, lógica, filosofía o psicólogía. Pero estas disposiciones no siempre son consistentes con la ciencia física, biológica o psicológica como tal, o con la filosofía de la Academia. Tversky y Kahneman, mostraron, por ejemplo, que los seres humanos comprenden sólo con dificultad la teoría de la probabilidad (jugamos a la lotería, creemos que es más arriesgado viajar en avión que hacerlo en automóvil, suponemos que hay "rachas" cuando tiramos los dados al azar...). En un sentido similar, los psicólogos experimentales han documentado repetidamente que la física intuitiva de las personas se parece más a la teoría medieval del impetus que a la física newtoniana.
Los creacionistas en gira explotan sistemáticamente esta "ciencia intuitiva" de las personas. En particular nuestra "biología intuitiva" que tiende a tratar a los seres vivos como tipos ideales estáticos y no como poblaciones darwinianas en evolución. Pero la creencia en un ser humano espléndidamente aislado del resto de los seres vivos es tan falsa como la teoría medieval del impetus o la idea de "racha" en los juegos de azar.
¿Por qué "Lo que no sabía Darwin" y no "Lo que no sabía sto. Tomás de Aquino, o "Lo que no sabía Newton"?
Previamente a la "revolución newtoniana", el movimiento de los planetas se explicaba apelando a ciertos vórtices cartesianos en el éter, o incluso a la acción directa de los ángeles. Newton mismo no estaba convencido de que realmente existiera una actio in distans y aún sostenía que Dios podía intervenir directamente en los fenómenos naturales. Como es natural, Newton "no sabía" nada de la teoría de la relatividad o de las anomalías cuánticas. La mecánica de Newton ni siquiera era consistente con el movimiento aparentemente errático de la luna, y Kauffman creyó refutar la relatividad de Einstein en el mismo momento de su publicación.
Las mejores ciencias no se caracterizan por ser conclusas y perfectas, y no es el dogmatismo, sino un escepticismo sensato el que guía a los programas de investigación científicos. Los creacionistas, en cambio, parecen anclados en una concepción ingenuamente empírica y verificacionista que es enteramente ad hoc.
Cualquier estudiante de primero de biología puede comprender hoy mejor que Darwin cómo funciona la evolución. Darwin mismo no conocía la estructura química y los mecanismos de la herencia, y en consecuencia nunca pudo ofrecer una explicación completamente satisfactoria a la objeción de Fleeming Jenkins sobre la mezcla de caracteres en la descendencia que aparentemente suprimiría los efectos de la selección natural. Pero a pesar de esta y otras"anomalías", la evolución continuó ampliando sus franjas de verdad, desde la teoría "sintética" al descubrimiento del genoma humano.
Como recuerda también Paleofreak, no cabe identificar sin más -tal y como hacen sistemáticamente los creacionistas- "darwinismo" con "teoría de la evolución". Existe de hecho un amplio margen de discusión en torno al "núcleo" del darwinismo. Como recopiló John Wilkins, "darwinismo" se ha identificado consecutivamente con el gradualismo, la transmutación de las especies, el rechazo del creacionismo, la doctrina del "darwinismo social", el ateísmo, la sociobiología, la psicología evolutiva y un larguísimo etcétera. La evolución es algo más que una teoría, es un conjunto de teorías e hipótesis legítimas sobre el cambio de los seres vivos que configuran un programa de investigación lo bastante amplio como para abarcar un gran número de controversias (en torno a la selección génica o de grupo, del gradualismo o saltacionismo &c) , pero entre las que no figuran lo que llaman "diseño inteligente" -del mismo modo que ya nadie discute sobre los vórtices cartesianos, o sobre el flogisto.
Por supuesto, no hay nada nuevo en la popularidad de las pseudociencias. Una buena parte de los habitantes de los países "civilizados" afirman "creer" normalmente no sólo en Dios, sino en ángeles, todo tipo de fenómenos paranormales, duendes y misteriosos visitantes de dormitorio. Sólo el 14% de los norteamericanos aseguran no creer en ángeles, y más de la mitad de los británicos se declaran creacionistas o escépticos con la evolución. Las encuestas también suelen revelar que una cantidad no despreciable de católicos "creen" en la reencarnación, pese a ser evidentemente incompatible con la doctrina cristiana. Los mismos científicos no se encuentran libres de las supercherías y las creencias erróneas.
No es que nuestra mente no está programada para comprender la verdad, como aseguraron los posmodernos, sino que como especie somos muy vulnerables a la mentira y el autoengaño.
Todos los seres humanos poseen nociones innatas sobre física, biología, matemáticas, lógica, filosofía o psicólogía. Pero estas disposiciones no siempre son consistentes con la ciencia física, biológica o psicológica como tal, o con la filosofía de la Academia. Tversky y Kahneman, mostraron, por ejemplo, que los seres humanos comprenden sólo con dificultad la teoría de la probabilidad (jugamos a la lotería, creemos que es más arriesgado viajar en avión que hacerlo en automóvil, suponemos que hay "rachas" cuando tiramos los dados al azar...). En un sentido similar, los psicólogos experimentales han documentado repetidamente que la física intuitiva de las personas se parece más a la teoría medieval del impetus que a la física newtoniana.
Los creacionistas en gira explotan sistemáticamente esta "ciencia intuitiva" de las personas. En particular nuestra "biología intuitiva" que tiende a tratar a los seres vivos como tipos ideales estáticos y no como poblaciones darwinianas en evolución. Pero la creencia en un ser humano espléndidamente aislado del resto de los seres vivos es tan falsa como la teoría medieval del impetus o la idea de "racha" en los juegos de azar.
¿Por qué "Lo que no sabía Darwin" y no "Lo que no sabía sto. Tomás de Aquino, o "Lo que no sabía Newton"?
Previamente a la "revolución newtoniana", el movimiento de los planetas se explicaba apelando a ciertos vórtices cartesianos en el éter, o incluso a la acción directa de los ángeles. Newton mismo no estaba convencido de que realmente existiera una actio in distans y aún sostenía que Dios podía intervenir directamente en los fenómenos naturales. Como es natural, Newton "no sabía" nada de la teoría de la relatividad o de las anomalías cuánticas. La mecánica de Newton ni siquiera era consistente con el movimiento aparentemente errático de la luna, y Kauffman creyó refutar la relatividad de Einstein en el mismo momento de su publicación.
Las mejores ciencias no se caracterizan por ser conclusas y perfectas, y no es el dogmatismo, sino un escepticismo sensato el que guía a los programas de investigación científicos. Los creacionistas, en cambio, parecen anclados en una concepción ingenuamente empírica y verificacionista que es enteramente ad hoc.
Cualquier estudiante de primero de biología puede comprender hoy mejor que Darwin cómo funciona la evolución. Darwin mismo no conocía la estructura química y los mecanismos de la herencia, y en consecuencia nunca pudo ofrecer una explicación completamente satisfactoria a la objeción de Fleeming Jenkins sobre la mezcla de caracteres en la descendencia que aparentemente suprimiría los efectos de la selección natural. Pero a pesar de esta y otras"anomalías", la evolución continuó ampliando sus franjas de verdad, desde la teoría "sintética" al descubrimiento del genoma humano.
Como recuerda también Paleofreak, no cabe identificar sin más -tal y como hacen sistemáticamente los creacionistas- "darwinismo" con "teoría de la evolución". Existe de hecho un amplio margen de discusión en torno al "núcleo" del darwinismo. Como recopiló John Wilkins, "darwinismo" se ha identificado consecutivamente con el gradualismo, la transmutación de las especies, el rechazo del creacionismo, la doctrina del "darwinismo social", el ateísmo, la sociobiología, la psicología evolutiva y un larguísimo etcétera. La evolución es algo más que una teoría, es un conjunto de teorías e hipótesis legítimas sobre el cambio de los seres vivos que configuran un programa de investigación lo bastante amplio como para abarcar un gran número de controversias (en torno a la selección génica o de grupo, del gradualismo o saltacionismo &c) , pero entre las que no figuran lo que llaman "diseño inteligente" -del mismo modo que ya nadie discute sobre los vórtices cartesianos, o sobre el flogisto.