Libertad académica Vs Justicia académica
Una estudiante de Harvard ha publicado un artículo, en una de las revistas oficiales de la universidad, defendiendo la limitación de la "libertad académica". Sandra Y.L. Korn propone sustituirla por la "justicia académica": "Cuando una comunidad universitaria observa que la investigación promueve o justifica la opresión, debería asegurarse de que esta investigación no continúa". También afirma que "el poder para aplicar la justicia académica procede de los estudiantes, la facultad y los trabajadores organizados conjuntamente con el fin de que las universidades se parezcan a lo que deseamos de ella".
La diatriba de Korn forma parte de una tradición firmemente arraigada en la izquierda académica. Herbert Marcuse defendía las mismas ideas en 1965, y no es casual que se las dedicara a sus alumnos de la universidad de Brandeis. Y las ideas de Marcuse son descendientes directas de reproches históricos a la libre investigación. Lo que ahora llaman "libertad académica" era ampliamente conocido a partir del siglo XVII en Europa como libertas philosophandi. Se trataba de una reivindicación (el estudio irrestricto de la naturaleza) propia de radicales, spinozistas, que fue firmemente resistida por la iglesia y por ilustrados moderados. Lo cierto es que los reparos morales de la izquierda frankfurtiana contra la ciencia de las diferencias raciales o sexuales son perfectamente paralelos a los reparos morales que esgrimían los teólogos medievales para oponerse al heliocentrismo o al estudio biológico de la evolución. En todos los casos se trata de hacer retroceder a la filosofía ante el pánico moral.
Se suele decir que estas proclamas contra la libertad filosófica tienen pocas probabilidades de éxito en la era de internet, asumiendo que las ideas pueden fluir libremente fuera de los circuitos académicos. Pero esto es muy discutible. Aunque en internet somos libres de discutir, las campañas de censura pueden tener realmente éxito bloqueando líneas de investigación científica que necesitan financiación, o creando un ambiente de terror contra los académicos libertinos. La historia acredita que la persecución organizada es rutinariamente exitosa.
Por otra parte, el conflicto expresa la brecha moral de nuestras sociedades y la imposibilidad de llegar a acuerdos morales en temas fundamentales. La única solución factible sería, quizás, dejar de fingir que formamos una misma "comunidad" moral y académica y promover la segregación. Lo que no cabe esperar de ningún modo es una convivencia pacífica entre comunidades que poseen puntos de partida morales irreconciliables.
La diatriba de Korn forma parte de una tradición firmemente arraigada en la izquierda académica. Herbert Marcuse defendía las mismas ideas en 1965, y no es casual que se las dedicara a sus alumnos de la universidad de Brandeis. Y las ideas de Marcuse son descendientes directas de reproches históricos a la libre investigación. Lo que ahora llaman "libertad académica" era ampliamente conocido a partir del siglo XVII en Europa como libertas philosophandi. Se trataba de una reivindicación (el estudio irrestricto de la naturaleza) propia de radicales, spinozistas, que fue firmemente resistida por la iglesia y por ilustrados moderados. Lo cierto es que los reparos morales de la izquierda frankfurtiana contra la ciencia de las diferencias raciales o sexuales son perfectamente paralelos a los reparos morales que esgrimían los teólogos medievales para oponerse al heliocentrismo o al estudio biológico de la evolución. En todos los casos se trata de hacer retroceder a la filosofía ante el pánico moral.
Se suele decir que estas proclamas contra la libertad filosófica tienen pocas probabilidades de éxito en la era de internet, asumiendo que las ideas pueden fluir libremente fuera de los circuitos académicos. Pero esto es muy discutible. Aunque en internet somos libres de discutir, las campañas de censura pueden tener realmente éxito bloqueando líneas de investigación científica que necesitan financiación, o creando un ambiente de terror contra los académicos libertinos. La historia acredita que la persecución organizada es rutinariamente exitosa.
Por otra parte, el conflicto expresa la brecha moral de nuestras sociedades y la imposibilidad de llegar a acuerdos morales en temas fundamentales. La única solución factible sería, quizás, dejar de fingir que formamos una misma "comunidad" moral y académica y promover la segregación. Lo que no cabe esperar de ningún modo es una convivencia pacífica entre comunidades que poseen puntos de partida morales irreconciliables.