Birmania y el "fundamentalismo ilustrado"
El escenario de Birmania estos días, con sus calles regadas con la sangre de monjes libertarios, parece uno de los más pertinentes para proyectar la imagen históricamente negativa del ateísmo político. Casi asombra que los columnistas en pugna contra el "ciencismo ateo" aún no hayan aprovechado la ocasión presentada.
¿Acaso la Alianza Internacional de Ateos no acaba de recomendar la "destrucción" de las religiones organizadas?
¿No se afirma habitualmente que la educación religiosa debe desaparecer de las escuelas, o que las mismas religiones no son sino el alimento de la intolerancia?
Una corriente de simpatía "espontánea" ha recorrido la blogosfera estos días; con hasta 3000 bitácoras sindicadas en la iniciativa Free Burma.
Solamente desde El Catoblepas (¿Ante o Con la República Popular China?) es posible leer una justificación en español contraria a las reacciones occidentales:
Como intenté explicar en un comentario anterior, lo que llamamos "democracia liberal" no es un proceso separable del saludable distanciamiento entre política y religión. La mayoría de los regímenes antidemocráticos han dispuesto tradicionalmente de alguna clase de sanción eclesiástica; desde el despotismo faraónico (tan alabado por Platón) al Imperio japonés. Hasta los "regímenes ateos", claramente excepcionales incluso en el siglo XX, nunca pudieron prescindir de la religión y empezaron o terminaron por crear alianzas de conveniencia con las iglesias. En sus memorias, Ingmar Bergman recordaba como los cristianos suecos reconocieron en la actitud autoritaria nazi los mismos modales a los que les había habituado el cristianismo. Contra la tesis de Jouvenel, no pocas veces la religión ha prestado inolvidables servicios a favor de los excesos en el "ejercicio del poder". Al fín y al cabo, la metafísica roussoniana del pueblo soberano es una secularización de la metafísica del "pueblo de Dios", por mucho que la idea romana de "pueblo" tuviera un sentido bastante menos angelical.
Además, en la interpretación de los conservadores religiosos sobre los disturbios birmanos hay otro problema. ¿Es que no es un insulto para los propios birmanos dar por supuesto que, sin su religión, les hubiera faltado coraje para enfrentarse con los poderes despóticos?
La pregunta tiene que ver con el desafío que planteaba Christopher Hitchens: Nombre una declaración o una acción ética, hecha o ejecutada por una persona de fe, que no podría haber sido hecha o ejecutada por un no creyente.
¿Acaso la Alianza Internacional de Ateos no acaba de recomendar la "destrucción" de las religiones organizadas?
¿No se afirma habitualmente que la educación religiosa debe desaparecer de las escuelas, o que las mismas religiones no son sino el alimento de la intolerancia?
Una corriente de simpatía "espontánea" ha recorrido la blogosfera estos días; con hasta 3000 bitácoras sindicadas en la iniciativa Free Burma.
Solamente desde El Catoblepas (¿Ante o Con la República Popular China?) es posible leer una justificación en español contraria a las reacciones occidentales:
Iban preocupando a la Unión Europea y a los Estados Unidos del Norte de América la fortaleza de los vínculos que Birmania/Myanmar y la ASEAN (Indonesia, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Brunei, Vietnam, Birmania/Myanmar, República Popular Democrática de Laos y Camboya) van estableciendo con China e Hispanoamérica, y encontraron una vez más en el clero local, en este caso monjes budistas, los aliados dispuestos a desestabilizar la eutaxia nacional de Birmania/Myanmar con plena cobertura asistencial y mediática de sus enemigos.Minimizando el escándalo occidental, China Daily estima que durante las revueltas habrían resultado muertos 10 insurgentes, junto con otros 16 civiles heridos. Asímismo, destaca hoy mismo la liberación de 404 de los 513 monjes que fueron arrestados por las fuerzas de seguridad.
Como intenté explicar en un comentario anterior, lo que llamamos "democracia liberal" no es un proceso separable del saludable distanciamiento entre política y religión. La mayoría de los regímenes antidemocráticos han dispuesto tradicionalmente de alguna clase de sanción eclesiástica; desde el despotismo faraónico (tan alabado por Platón) al Imperio japonés. Hasta los "regímenes ateos", claramente excepcionales incluso en el siglo XX, nunca pudieron prescindir de la religión y empezaron o terminaron por crear alianzas de conveniencia con las iglesias. En sus memorias, Ingmar Bergman recordaba como los cristianos suecos reconocieron en la actitud autoritaria nazi los mismos modales a los que les había habituado el cristianismo. Contra la tesis de Jouvenel, no pocas veces la religión ha prestado inolvidables servicios a favor de los excesos en el "ejercicio del poder". Al fín y al cabo, la metafísica roussoniana del pueblo soberano es una secularización de la metafísica del "pueblo de Dios", por mucho que la idea romana de "pueblo" tuviera un sentido bastante menos angelical.
Además, en la interpretación de los conservadores religiosos sobre los disturbios birmanos hay otro problema. ¿Es que no es un insulto para los propios birmanos dar por supuesto que, sin su religión, les hubiera faltado coraje para enfrentarse con los poderes despóticos?
La pregunta tiene que ver con el desafío que planteaba Christopher Hitchens: Nombre una declaración o una acción ética, hecha o ejecutada por una persona de fe, que no podría haber sido hecha o ejecutada por un no creyente.