Evo-Devo e Historia
Los biólogos definen este campo emergente (Evolutionary Developmental Biology) como "el estudio combinado de la evolución y el desarrollo" destinado a descubrir las relaciones filogenéticas de los organismos. La idea es utilizada últimamente como punto de partida para un posible cambio paradigmático en la teoría de la evolución, dado que el enfoque Evo-Devo cuestiona la importancia previamente asignada a las mutaciones genéticas como motores de la evolución, en particular dentro del proceso de especiación o incluso de la creación de reinos. Los grandes cambios en la naturaleza, según esto, no precisarían la acumulación de muchas mutaciones azarosas, sino que podrían acaecer a partir de un relativamente pequeño conjunto de genes. El gen BMP4 (Bone Morphogenetic Protein), por ejemplo, parece responsable de la recreación de mútiples formas de picos entre pájaros, o entre otros órganos semejantes de distintas especies. En definitiva, no se precisan nuevos genes para que surgan nuevas especies, un hecho compatible con la asombrosa similitud del genoma humano y el del chimpancé. Entre la inmensa variedad de formas naturales y la secuencia de genes, no existe una relación simple: a partir de unos pocos genes, emerge la variedad vital.
Si el enfoque continúa prosperando, el mismo concepto canónico de evolución como "cambio en el acervo génico de las poblaciones a lo largo del tiempo" debería ser modificado en algún grado, aunque no necesariamente en el sentido de iniciar una "revolución científica", a la manera de Kuhn.
Según la biología del desarrollo, el desarrollo de un organismo es controlado por una jerarquía dominante de genes, y no únicamente en el periodo embriológico, sino durante el curso total del crecimiento. Por ello Scott F. Gilbert puede redefinir la teoría evolutiva como la ciencia que trata de la "llegada de los más adaptados", en lugar de "la supervivencia de los más adaptados". Desde la perspectiva Evo-Devo, la pregunta significativa no es tanto cómo es que sobreviven algunos individuos mejor que otros, sino cómo llegan a desarrollarse unas formas orgánicas en lugar de otras.
Tal y como venimos repitiendo en este mismo lugar, la relación entre las "ciencias históricas" y las "ciencias naturales" es demasiado antigua y fructífera como para considerarlas apartamentos estancos, o como para seguir difundiendo sentimientos infundados de temor entre humanistas y científicos. Los naturalistas del siglo XIX, hasta el mismo Darwin, recibieron la idea de "evolución" de las ciencias históricas, donde era ya muy conocida, y la categoría naturalista de "evolución" no ha dejado de influir desde entonces, recíprocamente, en las categorías históricas.
Así, los conceptos biológicos de "evolución" y "desarrollo" pueden servir también para iluminar el campo de los estudios históricos. Un enfoque evo-devo aplicado al análisis político y de las instituciones, por ejemplo, valdría para explicar cómo tiene lugar el cambio social sin tener que recurrir necesariamente al vocabulario "revolucionario" ("mutacionista"). Serviría también para estudiar combinadamente el plano "macro" del gran cambio político (tiranía, democracia, aristocracia &c) y el plano "micro" del desarrollo institucional. Particularmente, este enfoque histórico "evo-devo" me sirve para entender mejor algo que escribía hace unas semanas sobre la formación política de la nación americana:
Si el enfoque continúa prosperando, el mismo concepto canónico de evolución como "cambio en el acervo génico de las poblaciones a lo largo del tiempo" debería ser modificado en algún grado, aunque no necesariamente en el sentido de iniciar una "revolución científica", a la manera de Kuhn.
Según la biología del desarrollo, el desarrollo de un organismo es controlado por una jerarquía dominante de genes, y no únicamente en el periodo embriológico, sino durante el curso total del crecimiento. Por ello Scott F. Gilbert puede redefinir la teoría evolutiva como la ciencia que trata de la "llegada de los más adaptados", en lugar de "la supervivencia de los más adaptados". Desde la perspectiva Evo-Devo, la pregunta significativa no es tanto cómo es que sobreviven algunos individuos mejor que otros, sino cómo llegan a desarrollarse unas formas orgánicas en lugar de otras.
Tal y como venimos repitiendo en este mismo lugar, la relación entre las "ciencias históricas" y las "ciencias naturales" es demasiado antigua y fructífera como para considerarlas apartamentos estancos, o como para seguir difundiendo sentimientos infundados de temor entre humanistas y científicos. Los naturalistas del siglo XIX, hasta el mismo Darwin, recibieron la idea de "evolución" de las ciencias históricas, donde era ya muy conocida, y la categoría naturalista de "evolución" no ha dejado de influir desde entonces, recíprocamente, en las categorías históricas.
Así, los conceptos biológicos de "evolución" y "desarrollo" pueden servir también para iluminar el campo de los estudios históricos. Un enfoque evo-devo aplicado al análisis político y de las instituciones, por ejemplo, valdría para explicar cómo tiene lugar el cambio social sin tener que recurrir necesariamente al vocabulario "revolucionario" ("mutacionista"). Serviría también para estudiar combinadamente el plano "macro" del gran cambio político (tiranía, democracia, aristocracia &c) y el plano "micro" del desarrollo institucional. Particularmente, este enfoque histórico "evo-devo" me sirve para entender mejor algo que escribía hace unas semanas sobre la formación política de la nación americana:
Aunque es cierto que la nueva república surge de una costosa guerra de independencia que enfrentan las 13 colonias frente al imperio británico, el proceso americano no es revolucionario salvo en el sentido más conservador de "revolución": así como los planetas del sistema solar "revolucionan" alrededor del sol, los republicanos americanos "revolucionaron" alrededor del sistema de libertades políticas ya conocidos en la "common law" británica.Y siguiendo con esta ciencia histórica darwiniana in fieri, me entero de la existencia de un libro más que prometedor: War and peace and war, de Peter Turchin.