La testosterona promueve la agresión entre machos, cuando se trata de sexo

Según la "hipótesis del desafío" (Wingfield et al. 1990) [PDF] la testosterona es un importante mediador biológico para el conflicto entre machos de varias especies, especialmente cuando la violencia tiene repercusiones sobre el éxito reproductivo.

Se sabe que la testosterona está relacionada con la agresión, el sexo y las estrategias de emparajemiento, en algunos casos de forma muy directa. Por ejemplo, cuando se implanta artificialmente esta hormona en machos de especies monógamas de aves, de forma que la concentración de testosterona se mantiene a niveles altos durante períodos más largos de lo normal, estos machos se conviertene en polígamos. En estos experimentos, los machos a los que se implanta testosterona también exhiben un comportamiento territorial más agresivo.

El trabajo inaugural de Wingfield se basaba en el estudio de la influencia de la testosterona en la conducta agresiva y sexual en aves, pero sus resultados aún no se habían confirmado en otras especies de vertebrados, especialmente en primates, nuestros más cercanos parientes evolutivos.

Ahora, Marissa E. Sobolewski, del departamento de antropología de la universidad de Michigan, y sus compañeros han probado la hipótesis del desafío en una población de chimpancés en Ngogo, en el parque nacional de Kibale, Uganda. Su conclusión más interesante confirma los hallazgos previos: la agresión masculina y los niveles de testosterona en estos chimpancés se incrementa realmente en presencia de hembras fértiles en celo:

La agresión masculina entre chimpancés se incrementa en función de
la presencia de hembras en celo. Sobolewski et al. 2012

En contraste, los niveles de testosterona no se ven afectados cuando los chimpancés copulan con hembras que no están en celo.

Es importante retener que el nivel de testosterona no está relacionado con todo tipo de violencia en las especies estudiadas, pero sí parece tener un impacto directo en la violencia territorial y en la violencia contra otros machos para proteger a las hembras.

En los conflictos violentos mediados por la testosterona, los machos suelen llevar la peor parte, ya que tienen mayores probabilidades de ser heridos o incluso muertos durante los episodios agresivos. Por otra parte, se sabe que el aumento en los niveles de testosterona en la sangre acarrea efectos adversos sobre la salud a largo plazo de los machos. Debido a los llamados genes “peliotrópicos” descubiertos por George C. Williams (1957), la selección natural puede favorecer genes que tienen un efecto beneficioso sólo en los periodos de mayor efervescencia reproductiva (por ejemplo, genes que activan una alta producción de testosterona para poder competir mejor), pero se vuelven contra el individuo a medida que madura y decrece la fuerza de la selección. También se sabe que las condiciones de stress social favorecen el conflicto aparejado con niveles superiores de testosterona en los machos.

A partir de lo que sabemos sobre la relación natural entre la agresión y la testosterona en otras especies (hay evidencias recientes de que la relación existe en humanos), es tentador suponer que la creación de condiciones culturales y ecológicas en las que se requieran menores niveles de testoterona en los machos humanos también favorecerá, a largo plazo, no sólo la causa de una sociedad más pacífica, sino también una superior salud masculina.



ResearchBlogging.orgSobolewski, M., Brown, J., & Mitani, J. (2012). Female parity, male aggression, and the Challenge Hypothesis in wild chimpanzees Primates DOI: 10.1007/s10329-012-0332-4

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