Capitalismo sin estado: el otro “camino de servidumbre”

Nueva Orleans, tras el huracán "Katrina"

Hasta antes de ayer, las discusiones en torno al tamaño y la función del estado eran confortablemente teóricas. Mientras disfrutábamos en España de un "estado del bienestar" relativamente sólido, la economía política era una discusión de café para académicos o radicales. No había grandes diferencias entre discutir sobre la liberalización económica y la naturaleza metafísica de la justicia o la terraformación de Marte. Distinciones de tipo técnico entre fuerza (strength) y tamaño (scope) del estado, y otros conceptos técnicos como "deuda soberana" y "prima de riesgo", eran conocidos por un pequeño grupo de académicos y tipos curiosos. De forma masiva, es ahora cuando estamos empezando a enterarnos de qué es realmente vivir en un "estado mínimo" o significativamente reducido.

Libros como el de Acemoglu y Robinson sobre por qué fracasan las naciones, que hace unos pocos años eran un exotismo intelectual, o una preocupación típica del tercer mundo, ahora deberían interesar a un público mayoritario de los países occidentales.

Las consecuencias de la retirada o el fracaso de los estados está perfectamente ilustrado en ciudades como Nueva Orleans o Lorca, que han padecido dos catástrofes consecutivas. Una natural, a causa de un terremoto, y otra sociopolítica, a causa de la debilidad o incompetencia de las autoridades. Claramente, el capitalismo liberal o el asistencialismo voluntario no tiene soluciones óptimas para grandes crisis financieras o catástrofes naturales. Los resultados tangibles del desvanecimiento del estado estamos sufriéndolos particularmente allí donde son más acuciantes los defectos del clientelismo (y, para decirlo todo, allí donde no hay un arsenal nuclear para amenazar a nadie, como ocurre en los países del sur de Europa). En cualquier caso, el "otro camino de servidumbre" de los estados débiles ha dejado de ser una discusión especulativa.

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