El fin del “nuevo ateísmo”

Desde 2006, "Nuevo ateísmo" es una etiqueta periodística asociada con el punto de vista de varios intelectuales públicos angloparlantes (los más conocidos son Daniel Dennett, Sam Harris, Richard Dawkins y Christopher Hitchens) según el cual "la religión no debe ser tolerada simplemente, sino también examinada, criticada y expuesta a los argumentos racionales cada vez que hace notar su influencia." En estos años el discurso del nuevo ateísmo ha tenido un impacto público y académico desigual. Este post intenta examinar algunos de sus éxitos y fracasos.

¿En qué han tenido éxito?

Aunque los "nuevos ateos" no han dicho cosas realmente nuevas, han tenido bastante éxito defendiendo la idea de que el discurso religioso no merece una protección especial, y que las opiniones basadas en la religión pueden y deben ser discutidas públicamente (o satirizadas) del mismo modo que las opiniones no religiosas. Esta idea no es fácil de rebatir desde presupuestos democráticos mínimos.

Otro éxito tangible es el impacto que han tenido en el asociacionismo secular, estimulando la creación de un racionalismo y un ateísmo popular. Si bien no todos coinciden, las campañas sobre "salida del armario", y la exposición de argumentos abiertamente seculares en los debates públicos, probablemente han ayudado a que disminuyan los prejuicios sociales contra los no creyentes.

Estos son méritos concretos en el haber de este grupo de intelectuales públicos, aunque también hay ciertos errores estratégicos y signos de cansancio. 

¿En qué han fracasado?

El discurso público del nuevo ateísmo, y más en particular del ateísmo popular que ha terminado por favorecer, muestra algunos signos de agotamiento natural que son una consecuencia de la evolución intelectual de sus promotores, y de vicisitudes vitales, no necesariamente una consecuencia de que sus argumentos hayan sido convincentemente replicados. 

En mi opinión, el principal síntoma de cansancio está relacionado con una revisión en el concepto mismo de racionalidad, procedente no de críticas religiosas sino científicas, y en particular de la ciencia cognitiva de la racionalidad:

Desde que Aristóteles habló de los humanos como "animales racionales", tenemos una imagen de nosotros mismos como animales racionales, condicionada por inconvenientes como la ira, el miedo y el sesgo de confirmación. La ciencia cognitiva afirma justamente lo opuesto. La ciencia cognitiva nos muestra que los humanos somos sólo una desordenada colección de módulos como la ira y el miedo que producen sesgos de confirmación. Tenemos unos pocos módulos para procesar la lógica y la probabilidad, y la búsqueda racional de objetivos, pero son lentos, energéticamente costosos y empleados rara vez.

Desde esta perspectiva, imperativos típicos del nuevo ateísmo popular como "sé un escéptico", "piensa críticamente" –para el caso el kantiano "atrévete a pensar"–, son consejos o bien demasiado vagos, en la medida en que no nos informan sobre el "equipo mental" (mindware) que necesitamos para superar realmente los errores de razonamiento, o bien incluso contraproducentes, en la medida en que fomentan un injustificado exceso de confianza y refuerzan la ilusión de validez de nuestras posiciones previas. Si queremos ser escépticos y racionales, adelante, pero es necesario saber de antemano que la racionalidad cuesta, y que rara vez es una actividad divertida como a veces se nos quiere hacer creer.

Cualquiera ve que esta concepción revisada de la racionalidad rebaja el tono triunfalista y evangélico característico del ateísmo popular. Argumentar públicamente como si el llamado "pensamiento crítico" o el "racionalismo ilustrado" fueran las posiciones por defecto del discurso público refleja expectativas poco realistas, no sólo por la presunta "naturalidad" de las creencias religiosas que las hace tan difíciles de erradicar, sino porque la idea misma de que vivimos en sociedades seculares, donde la religión ha sido marginada al ámbito de la conciencia privada, es errónea e ingenua.

Finalmente, un acontecimiento que afecta a este debate no es otro que la crisis financiera y política. Este nuevo escenario geopolítico es muy diferente al marcado por los atentados islamistas del 11 de septiembre de 2001, que claramente condicionó la agenda del "nuevo ateísmo" y del debate religioso en la última década. Cuando no estamos seguros de poder mantener incluso nuestras más austeras expectativas de vida, la confrontación entre visiones religiosas y seculares claramente necesita una ubicación nueva. En sitios especiales como Less Wrong o Common sense atheism, llevan tiempo buscándola. 

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