Elogio del Leviatán

Lo hemos visto con ocasión de los recientes disturbios londinenses y estos días en Mallorca, coincidiendo con la muerte de un subsahariano y el enfrentamiento violento entre los miembros de la comunidad africana y la comunidad gitana. Aún en los estados modernos, la chispa de la venganza personal típica de las sociedades sin estado puede encenderse dentro de comunidades cuya inserción en el orden político es históricamente reciente. Como recuerda Francis Fukuyama en el prefacio a su libro sobre los orígenes del poder político: "Cosas que ocurrieron hace cientos o incluso miles de años pueden seguir ejerciendo una gran influencia en la naturaleza de la política." El orden político moderno que suprime las diferencias entre estamentos y anula la legitimidad cultural de las venganzas personales, es demasiado reciente para dormirse en los laureles.

La civilización es un endeble equilibrio social precedido por milenios de salvajismo y barbarie. Para sostenerla, no bastan las suaves promesas de la reconciliación religiosa o confiar en la benevolencia de la "naturaleza humana". Los hechos demuestran que sigue siendo urgente la presencia de un poder político impersonal que aterrorice a todos por igual, con independencia de la raza, cultura, ideología, religión o status económico, un verdadero Leviatán, según la perpetua metáfora de Thomas Hobbes.

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