¿Por qué la cultura en español va perdiendo espacio?

Censurado en España.

A través del portal contracultural Soitu (¡no mass media!) nos enteramos de que que la nueva ministra González-Sinde representa un planteamiento "burgués y facha", enmarcado en una nueva "teoría del desconocimiento" en la que también participarían Alberto Ruiz Gallardón y otros monstruos del progresismo contracultural. Lo más singular es que, casi sin solución de continuidad, los mismos autores nos animan a fijarnos en el modelo burgués por excelencia, el anglosajón, cuya tradición de "fair use" en los derechos de propiedad nos permitiría evitar algunas de nuestras más abochornantes deficiencias (como privar a los hispanoparlantes de ver cuadros de Picasso en la página de Wikipedia...).

¿Por qué no cambiar de pregunta y en lugar de interrogarse siempre por cómo intervenir en el mercado, pensamos cómo construir instituciones eficaces para el mercado?.

La cultura en español "pierde espacio" por muchas razones, pero es inútil culpar a las redes P2P, a los proveedores de ADSL o a la avaricia burguesa sin reparar en el pesado entramado burocrático que ha descapitalizado el sector privado impidiendo que los creadores orienten su trabajo al interés del público. En definitivas cuentas, instituciones y reglas ineficaces para los mercados. El hecho de que las subvenciones al cine y la "cultura" se ortorguen a priori, como en el devastador "decreto Miró" de los años ochenta, o en función de los resultados de la taquilla, apenas cambia nada. Mientras no exista una industria cultural independiente y competitiva producida en español no hay nada que hacer.

Huelga decir que cuando los funcionarios o los progresistas contraculturales hablan de "cultura" ni se les pasa por la mente pensar en ciencia. La "cultura" del ministerio, de los tecnócratas "geek" y de los intelectuales comprometidos es básicamente literaria, con frecuencia desdeñosa e incluso hostil con la "cultura científica", que prácticamente no produce nada significativo en idioma español desde que el gobierno socialista decidió en 1985 que nuestros científicos fueran evaluados según el impacto del Science Citation Index. En su ignorada advertencia sobre el declive de la ciencia Carlos Elías (Pág. 327) apuntaba que en 2004 "sólo 29 revistas españolas estaban incluidas en el Journal Citation Reports (JCR). Si tenemos en cuenta que aún se registran 6.170 revistas, obtendremos que sólo aportamos un ínfimo 0,47 por ciento del total". Con esta participación tan escasa, no sorprende que hayan transcurrido 50 años desde nuestro último Nobel de ciencias.

A grandes rasgos esta es nuestra situación. Mientras los políticos estén más preocupados por asegurarse de que los niños no puedan ver imágenes de Picasso en Wikipedia o por asesinar las nuevas redes sociales, y mientras los mismos internautas estén mucho más fascinados por la cultura "geek" que por la ciencia, no hay grandes oportunidades para recuperar espacio.

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