El cerebro de la economía en The Economist

Está claro que la neuroeconomía interesa. Como prueba, el último artículo que publica The Economist exponiendo los pros y contras de la disciplina. Hasta ahora, las críticas a la neuroeconomía podrían dividirse entre objeciones teóricas (o epistemológicas) y técnicas. En cuanto a las teóricas, partiendo de una posición típicamente funcionalista y antinaturalista, Farun Gul y Wolfang Pesendorfer ya argumentaban en 2005 (vía Mind Hacks) que, si bien el cerebro físico desempeña un papel esencial en el proceso de toma de decisiones y en el comportamiento económico, sin embargo resulta irrelevante para comprender los resultados de los que se ocupan los economistas.

A medida que anvanzamos del individuo a las instituciones, y del cerebro a la "cultura", la relación entre neurobiología y ciencia humana se hace más remota. Pero esto no significa que la neurociencia sea realmente irrelevante para la economía. La propia historia de la disciplina (economía conductual + neuroeconomía) muestra que algunas de las mejores críticas a la economía clásica proceden de presupuestos naturalistas. Un ejemplo es el llamado "juego del ultimatum". En este, se propone a dos jugadores que dividan una cantidad de dinero. Si la propuesta del primer jugador no es aceptada, ninguno de los dos recibe nada. Pese a que la economía clásica predecía que el segundo jugador debía aceptar cualquier propuesta, los resultados experimentales demuestran que las propuestas consideradas "injustas" a menudo son rechazadas de hecho.

Además de los problemas "epistemológicos" de la neuroeconomía, hay otros de tipo más técnico. Como es sabido, buena parte de los resultados experimentales de la neuroeconomía están basados en técnicas de escáner cerebral y de resonancia magnética (MRI). Mediante esta tecnología es posible evaluar los cambios en el flujo sanguíneo del cerebro durante las pruebas experimentales, pero no nos está permitido observar la actividad neural a niveles más profundos. El progreso hacia técnicas mucho más sofisticadas, como la estimulación magnética transcraneal (TMS) y otras por venir, seguramente provocarán un desarrollo de la disciplina que hoy es difícil de anticipar.

En definitiva, puede reconocerse que las hipótesis neuroeconómicas o evolucionistas no sean aún del todo consistentes, y simultáneamente admitir su valor heurístico; es decir, su contribución al desarrollo de programas de investigación progresivos -para decirlo con el filósofo de la ciencia Lakatos-.

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