Un nuevo género literario

El ataque frontal a lo que llaman "laicismo" se ha convertido en un género literario cultivado intensivamente estos días por columnistas, pundits y políticos conservadores. No hace falta proporcionar ejemplos y enlaces, porque las plataformas, digamos, pro-católicas, o simplemente adversas al actual gobierno socialista, rebosan de este tipo de clericalismo revisionista.

En general, el problema se plantea en torno a la capacidad del estado para legislar sobre determinadas materias (singularmente la educación), y sobre la diferencia entre la "sana laicidad" preferida por los católicos y la insalubre "sociedad laica" que al parecer planean imponernos los políticos progresistas. A veces el problema está mal enfocado desde el lado "laicista". Muchos partidarios de la secularidad continúan cometiendo el error de suponer, por ejemplo, que la religión debe reservarse exclusivamente al ámbito privado. Pero es evidente que ninguna religión puede sobrevivir como un trato privado. Cualquier culto religioso tiene una expresión pública que desborda el recinto de la conciencia particular, del creyente. En esto no se distingue la religión de los clubes deportivos o las asociaciones de teatro de títeres. Una política laica no debería aspirar a eliminar esta dimensión pública de la religión, o del folklore popular, sino a constreñir y limitar su influencia política, así como científica o educativa.

Al fín y al cabo, ¿por qué los conservadores religiosos tienen tantos problemas en aceptar la máxima de que la fe no legisla? Estas reservas son poco comprensibles, y sólo pueden esconder la increíble hipocresía de un colectivo nostálgico con el horizonte teocrático, del derecho divino, pero que a la vez se resiste a abandonar las ventajas objetivas (y a veces, privilegios) que les proporciona el liberalismo y la modernidad política. Si realmente "la racionalidad es nota propia del acto de la fe", ¿por qué entonces ese incesante empeño en volver a introducir lo dogmático y sobrenatural en los debates científicos, éticos y políticos?

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