Los "dioses" de Ratzinger

Ahora bien, si ante el sufrimiento de este mundo es comprensible la protesta contra Dios, la pretensión de que la humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace ni es capaz de hacer, es presuntuosa e intrínsecamente falsa. Si de esta premisa se han derivado las más grandes crueldades y violaciones de la justicia, no es fruto de la casualidad, sino que se funda en la falsedad intrínseca de esta pretensión.
Lo más llamativo de este fragmento de Spe salvi es que Ratzinger parece dar por supuesto un cierto "politeísmo metodológico", aunque después la teodicea pueda resolverlo en el Dios único y verdadero, el Dios que "se ha dado una «imagen»: en el Cristo que se ha hecho hombre".

El problema es que los seres humanos no se ponen de acuerdo sobre cuál de todos los dioses imaginados es el auténtico. ¿Por qué suponer entonces que "ningún Dios" es capaz de injusticia? Al menos desde los parámetros cristianos, los "dioses" son percibidos históricamente como injusticia. De ahí la lucha implacable de san Agustín para "matar" a los dioses romanos. O la negativa de los españoles a aceptar los sacrificios humanos aztecas. Hoy mismo, no una pequeña parte de la violencia mundial sigue recibiendo una justificación específicamente religiosa.

A pesar de la imagen convencional, el "ateísmo del siglo XIX y XX" difícilmente pudo proporcionar la justificación de las "más grandes crueldades y violaciones de la justicia". Es cierto que los líderes de la revolución rusa y del "terror rojo" fueron ateos, en buena parte, pero no debería pasarse por alto que el núcleo histórico del programa revolucionario no era precisamente ateo, ni siquiera materialista, sino teísta y espiritualista. Lo cuenta Antonio Escohotado: cuando Marat, el "amigo del pueblo", muere a manos de una "puta girondina", el duelo popular incluye fragmentos como este:
Marat no ha muerto. Su alma, libre ahora del envoltorio terrestre, se desliza sin obstrucción por toda la República, y es más capaz para introducirse en los complots de federalistas y tiranos (...) Corazón de Jesús, corazón de Marat, tenéis el mismo derecho a nuestro homenaje (...) Marat es un dios, que detestaba como Jesús a los ricos y las sabandijas.
Marat, el principal ideólogo de la guerra civil, justificaba su pretensión de vengar "a los humildes y despojados", no en ninguna ley natural, sino en su idea del Ser Supremo como principio moral. Recordemos que en su discurso de julio de 1794 Robespierre había inaugurado la Fiesta nacional dedicada al Ser Supremo. Y que el único lider revolucionario ateo era J.R. Hebert, finalmente guillotinado por Robespierre. La diosa Razón tenía mucho de Diosa, pero poco de razón.

Johannes Grützke - Die Ermordung des Marat

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