La ciencia estúpida

"Ciencia popular" es un oxímoron. La ciencia con mayúsculas progresa realmente explotando los extremos de la inteligencia humana. Pero también podría tener algo que ver con los extremos de la personalidad asociados a la creatividad, como el psicoticismo. Para Bruce G. Charlton (2009) (Vía), la ciencia actual requiere demasiada perseverancia y poca creatividad de los candidatos a científicos. En particular, de los "cinco grandes" parece requerir mucha capacidad para llegar a acuerdos, "lo cual implica la capacidad para empatizar con los demás, trabajar bien dentro de grupos y esforzarse en poner los intereses del grupo por encima de las propias preocupaciones".

Estas características psicológicas tan demandadas en los científicos de carrera actual contrasta con la norma histórica, favorecen la producción de "ciencia normal" y podrían frenar la ciencia revolucionaria.

El registro histórico lo confirma fácilmente. La mayoría de los grandes científicos y filósofos no eran lo que diríamos tipos agradables. Tampoco eran políticamente correctos según el canon normal. Prácticamente ningún filósofo o científico anterior a la escuela de Frankfurt podría dar hoy una clase pública sin la amenaza de ser molestado por una turba emancipatoria. Hume, Darwin, Voltaire, Locke, Kant (no digamos ya Platón o Aristóteles) hoy no podrían ser contratados en la universidad de un país occidental. Si supieran realmente lo que hay dentro de El origen del hombre o del Tratado sobre la naturaleza humana, apuesto a que los emancipadores exigirían que estos libros fueran retirados de las librerías, y que se organizarían campañas contra sus editores. Y esto con los "ilustrados", excuso decir nada sobre los reaccionarios. A Donoso Cortés o Ginés de Sepúlveda hoy quisieran juzgarlos en el Tribunal de La Haya.

De hecho, el aspecto intelectual que presenta la universidad de hoy es exactamente el que cabe esperar después de imponer el código ideológico moderno. Es posible que las ciencias naturales tengan graves defectos, pero las ciencias humanas y las humanidades se han convertido en un chiste.

El espíritu de la divulgación, típico de los enciclopedistas, nació de encomiables motivos y en medio de hostilidades. Pero la ciencia "democrática" ha traído un nuevo tipo de intolerancia popular y nuevos tipos de ceguera, y estupidez. Mucha gente importante y en puestos de responsabilidad parece más decidida a reducir las "brechas de género" y favorecer a las "minorías" en las carreras científicas, que a producir ciencia de calidad.

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