¿Críticas “cientificas” o “neurosexismo” políticamente correcto?

Está dando mucho que hablar estos días un artículo publicado por PNAS (2013) que revela diferencias en la conectividad de los cerebros masculino y femenino. Como es habitual en estos casos, la publicación está siendo respondida por una batería de críticas “feministas” y de caballeros al rescate, negando, matizando o minimizando los resultados del trabajo.

Antes de continuar, nótense las metáforas neurosexistas del párrafo anterior: “diferencias”, “batería”, “caballeros”, “rescate”. Este lenguaje saturado por imágenes belicistas se debe probablemente a una atrofia en las capacidades cerebrales del autor para la comunicación interhemisférica que se plasman en un rudo apetito por el análisis y la sistematización.

Y ahora prosigamos. Hasta el momento los neurocientíficos habían mostrado diferencias sexuales en regiones individuales del cerebro, pero este trabajo ayudaría a averiguar algo más sobre cómo se plasman estas diferencias en la arquitectura de las conexiones cerebrales a una escala superior. Para resumir qué hay de nuevo, los autores del artículo han encontrado que existen diferencias significativas y previsibles en el modo como los cerebros de chicos y chicas crean conexiones entre ambos hemisferios: “en todas las regiones supratentoriales, los chicos poseen una mayor conectividad dentro del hemisferio, así como una mayor modularidad y transitividad, mientras que la conectividad entre hemisferios y la participación a lo largo de módulos predominaban entre las chicas.” Según los autores los principales cambios surgían en la adolescencia y en la edad adulta.

Y esta es la "significación" de los resultados según las palabras textuales de los investigadores:

Las diferencias sexuales son de un gran interés científico y social debido a su prominencia en la conducta de las especies humanas y no humanas. Este trabajo es muy significativo debido a que ha estudiado una población muy grande de 949 jóvenes (entre 8 y 22 años, 428 chicos y 521 chicas) empleando el conectoma estructural basado en la difusión del cerebro, e identificando diferencias sexuales novedosas. Los resultados establecen que los cerebros masculinos están optimizados para la comunicación interhemisférica y los cerebros femeninos lo están para comunicación intrahemisférica. Las trayectorias en el desarrollo de chicos y chicas se separan a una edad temprana, demostrando amplias diferencias durante la adolescencia y la vida adulta. Esta observación sugiere que los cerebros masculinos están estructurados para facilitar la conectividad entre percepción y acción coordinada, mientras que los cerebros femeninos están diseñados para facilitar la comunicación entre modos de procesamiento intuitivos y analíticos. 

Cualquier artículo científico publicado suscita críticas. Algunas son razonables, y otras tienen menos explicación fuera de “guerras culturales”.

Por ejemplo, se ha señalado que las diferencias en las formas típicas de conectividad entre cerebros masculinos y femeninos puede ser un subproducto de las diferencias en el tamaño del cerebro. Dado que los cerebros masculinos en promedio son mayores, es una suposición razonable que se organicen de forma sistemáticamente diferente.

Las señales de alerta sobre “neurosexismo” y otros súbitos arrebatos de caballerosidad masculina tienen mucho menos que ver con la “ciencia” y hablan más sobre psicología básica y sobre el paradigma cultural que enmaraña este tipo de discusiones. Cordelia Fine, una habitual sospechosa, critica los titulares supuestamente “neurosexistas” de la prensa y deja también esta perla:

Como han notado prominentes neurocientíficas feministas, el fenómeno social del género significa que el sexo biológico de una persona posee un impacto significativo en las experiencias (incluyendo las sociales, materiales, físicas y mentales) con las que se encuentran ella o él, y que, de vuelta, terminarán dejándoles marcas neurológicas.

Claramente, el supuesto básico aquí es la famosa “tabla rasa”: no existe ninguna arquitectura cerebral previa a las “experiencias”. Los hombres no son de Marte y las mujeres no son de Venus. Cualquier diferencia basada en el sexo que encuentran los psicólogos o los neurocientíficos es automáticamente atribuída a la socialización. Una especie de conjetura preventiva basada en la negación o la minimización de las diferencias naturales entre sexos, sin embargo bien evidenciadas desde hace décadas.

Ningún neurocientífico, psicólogo cognitivo o evolucionista que estudia seriamente las diferencias entre sexos piensa que “los hombres son de Marte y las mujeres de Venus”. Las diferencias entre sexos a menudo son pequeñas y sutiles. De hecho una característica de la “gracilización” del hombre llamado “moderno” es la disminución drástica en el dimorfismo sexual operada en los últimos milenios. Ahora necesitamos una tecnología complicada para observar diferencias microscópicas que en otro tiempo quizás se apreciaban a simple vista. Así eran los cerebros (los cráneos más bien) masculino y femenino de nuestros parientes y probables ancestros hace sólo 30.000 años:


Craneos hallados en Mladec, república checa. Las diferencias anatómicas entre los dos primeros
cráneos (femeninos) y el último (masculino) es más que apreciable (Bednarik, 2012)


Pero a veces sutiles y persistentes desviaciones en un rasgo son importantes y sí se plasman en diferencias socialmente apreciables, pero no atribuibles a conspiraciones sexistas. Un ejemplo claro es la pequeña diferencia en la inteligencia general por sexos, que da lugar a importantes desviaciones en los extremos (positivos y negativos) de la curva.

El cerebro de hombres y mujeres realmente difiere, y hay varios modos de evidenciar que esas diferencias no se deben siempre a la “socialización”, entre otras cosas porque algunas diferencias son prenatales, otras continúan durante el desarrollo infantil y otras se disparan en la adolescencia acompañada por el torrente hormonal (un texto de referencia sigue siendo el de David C. Geary; ver bibliografia). Se sabe, para poner un ejemplo, que simplemente administrando una dosis de testosterona a las chicas estas aumentan sus habilidades visual-espaciales. O que las hormonas sexuales afectan a las habilidades espaciales durante el ciclo menstrual.

“Neurofeminismo” suena mejor que “neuroseximo” pero se trata de lo mismo. Es neurosexismo políticamente correcto. Aquí no nos cansamos de repetir que esa cosa llamada “ciencia” no tiene ninguna obligación de respaldar los valores ideológicos de un grupo en particular. "Neurociencia feminista" no pasa de ser una variación del tema medieval philosophia ancilla theologiae.


Referencia

Madhura Ingalhalikara, Alex Smitha, Drew Parkera, Theodore D. Satterthwaiteb, Mark A. Elliottc, Kosha Ruparelb, Hakon Hakonarsond, Raquel E. Gurb, Ruben C. Gurb, and Ragini Vermaa (2013) Sex differences in the structural connectome of the human brain. PNAS. doi: 10.1073/pnas.1316909110
 
Nota: Sigo sin tener claro el futuro de este dominio y sigo abierto a sugerencias para alojar el blog en otro lugar. También aprovecho para agradecer las sugerencias que ya he recibido.

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