Contra la empatia (y II)

Hace unos días publiqué en Tercera Cultura un post cubriendo una polémica reciente sobre la empatía. Básicamente, sostenía que la empatía es un valor en alza debido a que converge con el "zeitgeist" actual que concede un valor cultural superior a lo femenino. Es más, la superioridad femenina en este rasgo probablemente tiene raíces biológicas y evolutivas que no son culturales. Las habilidades sociales comparativamente superiores de las mujeres probablemente descansan en el hecho de que los hombres son el sexo filopátrico en nuestra especie, es decir, son el sexo que conserva la residencia después del matrimonio. Como apunta Geary (Pág. 250): "bajo estas circunstancias los homínidos femeninos tenían más probabilidades de estar socialmente aisladas y en consecuencia en un mayor riesgo de ser explotadas por los machos homínidos". La necesidad femenina de moverse a "territorio comanche" sentimental y la convivencia con machos potencialmente amenazantes explicaría por qué las mujeres evolucionaron para ser mejores detectando pistas emocionales y que, en general, concedan más importancia a la empatía. Se podría decir que la "ética feminista del cuidado" está en sintonía con la biología femenina, por lo que el éxito de estas ideas culturales no descansa solamente en una perversa ingeniería social. En otras palabras, de esto no tienen la culpa los Rockefeller.

De lo que no cabe duda es que aquí hay un corte con los valores culturales clásicos, nacidos en sociedades patriarcales que ponían un valor mucho más alto en las virtudes masculinas típicas. De hecho la filosofía moral clásica ha visto la empatía y en general el sentimentalismo más bien con escepticismo. Desde los estoicos, que de hecho predicaban la virtud de la apatía o impasibilidad hasta el imperativo categórico de Kant, que algunos consideran la culminación de la ética ilustrada, y que exigía nada menos que poner entre paréntesis los sentimientos para alcanzar un juicio ético universal.

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