Darwinismos a la carta

Empieza a ser un hecho conocido que las preferencias políticas, los estilos cognitivos y las opiniones morales de las personas influyen decisivamente en cómo ven la ciencia: Dime a qué partido votas y te diré qué parte de la ciencia rechazas. En realidad, sería más exacto decir que las personas rechazan “consensos científicos” difundidos por las autoridades, y por la propaganda, ya que sólo un pequeño porcentaje de la población tiene capacidad efectiva para comprender teorías científicas a un nivel no superficial. En consecuencia, las encuestas sobre el rechazo o la aceptación pública de teorías científicas famosas, como la evolución darwiniana o el “cambio climático” antropogénico, no miden el conocimiento científico de la gente sino el grado de confianza que depositan en sus autoridades culturales.

La teoría de la evolución es una de esas partes de la ciencia que, de forma ya rutinaria, vinculan su rechazo o aceptación con posiciones ideológicas.

Podemos considerar el caso de Jordan B. Peterson, psicólogo en la universidad canadiense de Toronto. Peterson, que es un experto en la psicología de la mitología y la religión, piensa que “sin lo sagrado, se desatarían los infiernos”, una posición ideológica bastante próxima a lo que veces se llama “conservadurismo religioso”. Sin embargo, Peterson tiene un conocimiento más que aceptable de la naturaleza humana, tal como demuestra en concreto en esta intervención (minuto 4).

O consideremos el caso de Charles Murray, un representante destacado del conservadurismo libertario. Murray está plenamente dispuesto a aceptar que las ciencias naturales, incluyendo a la psicología evolucionista (una de las más furibundamente "darwinianas" ramas de la ciencia actual), provocarán un enorme impacto en nuestro conocimiento de la naturaleza humana en las próximas décadas. Sin embargo, cuando progresamos hacia asuntos menos “mundanos”, Murray no parece dispuesto a mantener una opinión consistentemente darwinista, como sugiere su simpatía hacia el punto de vista del filósofo de la ciencia Thomas Nagel.

Por la otra parte, es muy conocido que “naturalistas” y darwinistas radicales, justo en el tipo de asuntos rechazados por Nagel, son simultáneamente muy “escépticos” con las supuestas implicaciones sociales y humanas del darwinismo. Watson, PZ Myers y su club de amigos “escépticos” al que no me gustaría pertenecer han señalado a la psicología evolucionista como una disciplina sospechosa, un motivo de cachondeo, o simplemente una pseudociencia.

Haciendo un resumen, los conservadores aceptan el darwinismo "social", pero no el darwinismo "cosmológico", mientras que los progresistas aceptan el darwinismo "cosmológico" pero no el "social".

Esta división en el espectro ideológico a costa de Darwin está muy bien señalizada en un modesto libro,  Monkeys on our backs. Why liberal and conservatives and are both wrong about evolution, con prólogo de Satoshi Kanazawa, que siempre es un plus. El libro realmente no es muy bueno, pero el argumento es irrebatible: presiones poderosas que no son “científicas” en sí mismas, como la búsqueda de una sociedad socialista, o de una comunidad devota y ordenada, empujan realmente a las personas a aceptar o rechazar partes substantivas de la ciencia.

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