Jared Diamond y el lobby indigenista

Jared Diamond

La publicación del último libro de Jared Diamond, The world until yesterday, está desencadenando una polémica cíclica en la antropología. Según el director de Survival International, una asociaciación indigenista que aboga por la conservación de los pueblos tribales del mundo, el nuevo libro de Diamond está “completamente equivocado, tanto factualmente como moralmente, y es extremadamente peligroso” debido sobre todo al retrato que hace de la violencia primitiva.

Esta crítica de Stephen Corry está en línea con la “antropología de la paz” que surgió a raíz del fin de la segunda guerra mundial, y que se plasmó en un manifiesto redactado en 1950 por Ashley Montagu, un antropólogo boasiano: “Los estudios biológicos respaldan el principio de la fraternidad universal” (citado por Pinker en La tabla rasa). Corry también recurre a los reproches corrientes contra Napoleon Chagnon, el antropólogo que mejor documentó la “fiereza” de las tribus amazónicas. En realidad, lo que sí está totalmente desacreditado son las acusaciones gruesas contra Chagnon de fabricar datos y provocar la guerra entre los Yanomami.

Corry no sólo reprocha a Diamond, o a Pinker, sus exageraciones sobre la violencia primitiva, sino que también impugna la idea de que los pueblos tribales actuales puedan servir como modelo para entender cómo eran los pueblos primitivos ancestrales, y de hecho considera que las tribus contemporáneas “no revelan nada significativo sobre nuestros antecesores”. Esta es una crítica también muy frecuente. Yo no he leído el libro de Diamond, pero es dudoso que realmente considere a los pueblos primitivos y salvajes actuales una réplica exacta de las tribus ancestrales ya que ningún antropólogo y ningún psicólogo evolucionista piensa eso. Y desde luego, del hecho de que las tribus contemporáneas no sean una réplica de las ancestrales no se sigue que no podamos averiguar “nada significativo” sobre el pasado estudiándolas.

En una discusión abierta cualquiera puede hacer críticas, pero el modo de argumentar del lobby indigenista, bordeando siempre la falacia moralista, no parece precisamente el más limpio. Al fin y al cabo el lobby indigenista no es una institución científica, sino un lobby político por otra parte típicamente occidental, en línea con las corrientes relativistas, anarquistas y presuntamente antiimperalistas de la antropología norteamericana del último siglo.

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