Psicología evolucionista y feminismo. La negación moderna de las diferencias sexuales basadas en la evolución

La historia de la oposición ideológica a las ciencias de la naturaleza humana abunda en malentendidos, intimidaciones y tumultos, en especial a partir de la década de los setenta del siglo pasado (Pinker, 2002):

En las universidades norteamericanas se repartían panfletos en donde se llamaba a “luchar contra las mentiras del profesor de Harvard” (en referencia a Richard Herrnstein, que había cometido la osadía de publicar sus ideas sobre genes, inteligencia y sociedad en la prensa popular). Por pintoresco que pueda parecer, entonces un científico que propusiera que ciertos gestos humanos podían ser universales y determinados desde el nacimiento, se la jugaba. Margaret Mead, sacerdotisa de la antropología progresista, describió como “espantosos” los hallazgos de Paul Ekman en este sentido. “Espantosos” y “Una vergüenza”. El mero hecho de sugerir que el sistema visual de los gatos podía ser innato servía para ser descrito como un “fascista” en los alrededores de la Academia. Tras atreverse a publicar su Sociobiología, E.O. Wilson también se enfrentó a consignas estudiantiles que le describían como un peligroso “patriarca de la derecha”. Y Robert Trivers, uno de los creadores de las teorías modernas sobre altruísmo recíproco o inversión parental, fue tachado en la misma época como “una herramienta del racismo y la opresión de la derecha”. 

El presidente de la universidad Harvard, Lawrence Summers, tuvo que renunciar a su cargo en 2006 después de defender la idea de que la infrarrepresentación de las mujeres en algunas áreas de la ciencia podría deberse a diferencias cognitivas o de motivación naturales, no sólo a “discriminación” sexista.

Cuando Lionel Tiger, que había publicado un libro analizando las causas sobre el “declive de los chicos” en la escuela, acudió a una universidad neoyorquina en 2008 para hablar sobre diferencias sexuales evolutivas, también fue recibido por un grupo de estudiantes moralmente indignados.

Sin aspirar a ser exhaustivos con todos los atropellos cometidos, otro que tiene experiencias próximas en este sentido es Warren Farrell, significado crítico de los “estudios de género”.

Nada de esto debe sorprender demasiado. Un tumulto estudiantil agresivo es lo menos que cabe esperar cuando una disciplina científica es tachada como un “modo de insultar a las mujeres con ciencia”.

Pero no todo son noticias alarmantes. Últimamente, mi impresión personal es que la controversia reciente sobre la charla de Rebecca Watson en Skepticon está contribuyendo a mejorar la imagen de la psicología evolucionista. Principalmente, porque las críticas más minuciosas que ha provocado no han podido ser contestadas más que con reproches estereotipados o ad hominems. Hasta “escépticos” como Jerry Coyne parecen haber variado su opinión y ahora se muestran mucho más receptivos hacia las posibilidades de la psicología evolucionista.

La ciencia de la negación de la ciencia 

Desde hace unos años está de moda entre los investigadores y escritores científicos estudiar por qué rechazamos la ciencia, y por buenas razones. El grado de negacionismo público en áreas clave de la ciencia moderna, como la teoría de la evolución, es realmente serio. Se calcula que aproximadamente el 60% de los estadounidenses (y un 20% de los españoles) consideran falsa la afirmación de que "los seres humanos, tal como los conocemos, se desarrollaron a partir de especies de animales anteriores". Se ha explicado una parte de este rechazo apelando a predisposiciones evolutivas favorables a las explicaciones creacionistas, pero una explicación todavía más plausible, y complementaria, radica en que una mayoría de las personas que viven en estas sociedades "propagandísticas" (Bernays, 1928), simplemente confían en la opinión de sus autoridades culturales. Y estas autoridades pueden ser religiosas o ideológicas.

Chris Mooney es uno de los escritores científicos que se ha ocupado específicamente de investigar las diferencias ideológicas que influyen en la negación de la ciencia:

La negación de la ciencia hoy es considerablemente más prominente en la derecha política, una vez que investigas los temas climáticos y ambientales, el anti-evolucionismo, los ataques a la ciencia de la salud reproductiva por la derecha cristiana, así como las células madre y los asuntos biomédicos (…) Algunos investigadores han sugerido que existen diferencias psicológicas entre la izquierda y la derecha que podrían impactar en las respuestas a la información nueva, ya que los conservadores son más rígidos y autoritarios, y los liberales son más tolerantes hacia la ambigüedad. 

Alex Berezow y Hank B. Campbell han ampliado las críticas de Mooney al "cerebro republicano" estudiando las críticas ideológicamente motivadas a la ciencia desde la izquierda. Efectivamente, existen áreas específicas de la ciencia, por ejemplo, el movimiento contra las vacunas, o contra los alimentos transgénicos, que afectan mucho más a sectores de la izquierda.

Geher y Gamacorta (2012) han estudiado recientemente cómo influye la ideología política, y la paternidad o la maternidad, en la aceptación o el rechazo de la noción de que existen diferencias sexuales basadas en la evolución biológica. Según su estudio basado en una muestra de 268 participantes (92 hombres y 176 mujeres) la orientación política está significativamente asociada con actitudes sobre los orígenes de diferencias conductuales entre chicos y chicas, y entre hombres y mujeres. En síntesis, los individuos políticamente de izquierdas son más propensos a apoyar explicaciones de la conducta basadas en la educación, con preferencia a la naturaleza. Además, y previsiblemente, los académicos, y particularmente los que trabajan en áreas de sociología y “estudios de género” tienen una tendencia mucho mayor a apoyar explicaciones basadas en la educación y la socialización. Tener hijos también predice un mayor apoyo a las explicaciones “naturales” de las diferencias sexuales comparadas con las “sociales”.

Sí, los padres y las madres realmente entienden mejor la “naturaleza humana”, y los académicos (especialmente los humanistas) parecen vivir en una "torre de marfil" cognitiva.

Otro post, en el blog Pop Psychology discute este y otros estudios que últimamente están investigando en las razones cognitivas, morales e ideológicas que subyacen al rechazo moderno de la naturaleza humana.

“Será verdad que hemos evolucionado preferencias sexuales diferentes, pero por lo menos que l@s
Skepchick no se enteren.”


Psicología evolucionista Vs Feminismo de género 

Hasta aquí sólo hemos tratado sobre generalidades, necesarias para entender el estado de la cuestión, pero existen dominios empíricos específicos en los que las conclusiones de los “estudios de género”, en particular inspirados por el llamado “feminismo de género”, entran en abierta contradicción con los hallazgos de los psicólogos evolucionistas en las últimas dos o tres décadas. Feminismo de género y psicología evolucionista, para recurrir a una famosa expresión acuñada de Stephen Jay Gould, son “magisterios” que se solapan.

Eso sí, no todos los feminismos son alérgicos y hostiles a la ciencia como Watson y sus compañeros ideológicos. Griet Vandermassen, que se autodescribe como “feminista darwinista”, publicó un libro en 2008 en el que intentaba reconciliar el feminismo con la psicología evolucionista y reprochaba frecuentes malentendidos culturales. También David Buss, uno de los estudiosos líderes de la psicologia evolucionista, tiene un artículo en el que aboga por un “diálogo fructífero” con el feminismo (Buss &; Schmitt, 2010). Según Buss, la psicología evolucionista es “perfectamente compatible” con la hipótesis feminista sobre la similitud de género allí donde “los géneros se han encontrado con problemas adaptativos similares”. Las discrepancias parecen afectar a las diferencias, sin embargo. En su trabajo, Buss pasa revista hasta 17 diferencias sexuales evolutivas avaladas por estudios empíricos (“Es más probable que los hombres se involucren en sexo extra diádico”, “Es más probable que los hombres sean sexualmente infieles en múltiples ocasiones con diferentes compañeros sexuales”, “Es más probable que los hombres busquen compañeros sexuales de corto plazo”, etc.)

Un punto particular de fricción con presupuestos feministas de género afecta a lo que Buss y Barnes (1986) bautizaron como hipótesis de “debilidad estructural”, según la cual la principal razón por la que las mujeres tienden a emparejarse con hombres de mayor status es que han sido excluidas típicamente del acceso al poder y los recursos sociales. Sin embargo, se ha averiguado que las mujeres con más recursos sociales, tanto en sociedades occidentales como no occidentales, persisten en sus preferencias hacia cónyuges con recursos (Ardener, Ardener y Warmington, 1960; Buss, 1989). Según una síntesis del propio Buss (2010) “contrariamente a la hipótesis de la debilidad estructural, estas mujeres expresan una preferencia aún más fuerte por hombres de ganancias elevadas que las mujeres que tienen menor éxito financiero”.

Algunas delicadas almas prefieren no oír hablar de esto, pero la hipergamia femenina es realmente uno de los hallazgos mejor respaldados empíricamente por la psicología evolucionista.

El mismo Jerry Coyne ha hecho un buen resumen reciente sobre otro punto de solapamiento entre las teorías constructivistas, típicamente apoyadas por las feministas de género, y la psicología evolucionista. En uno de sus posts comenta un trabajo (Reiner y Gearhart, 2004) acerca de una grave enfermedad, extrofia cloacal, en la que los genitales masculinos resultan malformados y los intestinos y la vejiga funcionan defectuosamente. Esta enfermedad aporta una trágica oportunidad para probar si el “género” es una construcción social o bien una disposición biológica, ya que a los afectados se les elimibaba el pene y los testículos, sus genitales eran reconstruidos como una vulva femenina, y eran criados como si fueran niñas. Los resultados no son muy distintos al debacle de John Money, pionero en la llamada “reasignación de género”: los 16 sujetos del estudio revelaron tener “conductas típicas de los varones, entre moderadas y marcadas” y significativamente, 4 de ellos incluso se consideraban hombres pese a que sus genitales fueran eliminados.

El sexo no es una “construcción social” ni algo que se asigne aleatoriamente al nacer, y Coyne es muy nítido en sus conclusiones:

Los resultados mostraron que, en gran medida, las raíces de las conductas específicas de cada género están basadas en la biología más que en la sociedad, y están presentes desde el nacimiento. Esto se burla de la experiencia de muchos de mis amigos que son padres, que cuentan cómo, pese a sus esfuerzos por criar a sus hijos de forma neutral, a los bebes femeninos les gustan las muñecas, y a los masculinos los camiones. El hecho de que criar a machos genéticos como hembras no afecte mucho a sus conductas indica que la socialización, al menos a través de la paternidad, desempeñan como mucho un pequeño papel en el desarrollo de la conducta. 

Una vez más, sin pretender ser totalmente exhaustivo, estas son algunas de las razones por las que el feminismo, o una parte significativa, está "en guerra" con la psicología evolucionista. La resistencia de minorías ideológicas a aceptar hechos científicos probados de forma razonable, o al menos a tomarse en serio hipótesis científicas consistentes, realmente sólo se puede equiparar al rechazo de la ciencia motivado típicamente por la religión.

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Referencias 

Buss, DM; Scmitt, DP. (2010). Evolutionary Psychology and Feminism. Sex Roles May 2011, Volume 64, Issue 9-10, pp 768-787

Buss, David M. (1986) Preferences in human mate selection. Journal of Personality and Social Psychology, 50(3), 559-570. DOI: 10.1037//0022-3514.50.3.559

Buss, DM. (1989) Sex differences in human mate preferences: Evolutionary hypotheses tested in 37 cultures. Behavioral and Brain Sciences, 74(01), 60. DOI: 10.1017/S0140525X00023992

Geher, G., Gambacorta, G. (2010). Evolution is Not Relevant to Sex Differences in Humans Because I Want it That Way! Evidence for the Politicization of Human Evolutionary Psychology. EvoS Journal: The Journal of the Evolutionary Studies Consortium ISSN: 1944-1932 - http://evostudies.org/journal.html 2010, Volume 2(1), pp. 32-47

Pinker, S. 2002. La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana. Paidós

Reiner, WG, Gearhart, JP. (2004). Discordant Sexual Identity in Some Genetic Males with Cloacal Exstrophy Assigned to Female Sex at Birth. N Engl J Med. 350:333-341. DOI: 10.1056/NEJMoa022236

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