Pornografía y descivilización. Cómo está afectando el "gran experimento porno" a los chicos

Imagen: Wikipedia

Aunque la pornografía tiene una vieja historia, y las prensas holandesas del siglo XVII ya hacían negocio distribuyendo libros obscenos por toda Europa, la normalización de la pornografia de masas, y en particular del porno digital, es una de las consecuencias modernas de la llamada a veces “revolución sexual” que ha conseguido erosionar algunas de las restricciones morales tradicionales sobre la expresión sexual.

En parte, sin embargo, el protagonismo de la moral tradicional en la crítica de la pornografía ha sido sustituido recientemente por la crítica feminista. MacKinnon y Dworkin en especial definieron la pornografía como “la subordinación gráfica y sexualmente explícita de las mujeres a través de imágenes y palabras“, “una forma de sexo forzado, una práctica de política sexual y una institución de la desigualdad de género”.

De acuerdo con el análisis feminista, el daño de la pornografía sobre los hombres y los chicos no es sólo invisible o inexistente, sino que la misma pornografía es definida como una institución “patriarcal” que explota sistemáticamente a las mujeres en beneficio de los hombres. La pornografía “contribuye causalmente a actitudes y conductas de violencia y discriminación” sistemáticamente dirigida contra las mujeres, nunca contra los hombres.

Este planteamiento se ha convertido casi en sabiduría convencional, pero se enfrenta con problemas importantes.

Las estrellas del porno son más felices 

En primer lugar, la afirmación de que la legalización de la pornografía influye causalmente en el aumento de crímenes sexuales, y de violaciones en especial, no ha podido ser probada contundentemente. Una síntesis de la cuestión publicada en 1999 de hecho llegó a la conclusión contraria de que el “incremento masivo en la pornografia disponible en Japón, los Estados Unidos y otros lugares está en correlación con un decrecimiento dramático de los crímenes sexuales y más aún entre jóvenes como perpetradores y víctimas”. Por lo que yo he podido averiguar, en cualquier caso no hay un claro consenso sobre la relación causal entre pornografia y delitos sexuales.

La idea de la pornografía como “explotación” patriarcal de las mujeres tampoco soporta el escrutinio empírico. Un estudio reciente (Griffith et al. 2012), que ha recibido una gran atención en los blogs y la prensa popular, cuestiona seriamente el estereotipo público de que las mujeres, o al menos las que participan activamente en la industria sexual, son “bienes dañados” por la pornografía. Comparadas con el grupo de control, las 177 profesionales femeninas del porno en este estudio no mostraron haber sido más vulnerables a abusos sexuales infantiles, y de hecho informaron de una mayor autoestima personal, sentimientos positivos, apoyo social, “espiritualidad” y satisfacción sexual. Significativamente, resultados similares también se han documentado en profesionales masculinos. Tanto los hombres como las mujeres que se dedican profesionalmente al porno, al menos en su versión más comercial (las cosas podrían ser bastante distintas en formas de porno extremo), parecen ser más “sociosexuales” y tener un mayor grado de satisfacción vital.

Otra cosa son los efectos potencialmente adversos de la pornografía en los consumidores, especialmente en los hombres y en los chicos en el mundo del porno masivamente disponible, a la distancia de un sólo “clic”.

El “gran experimento porno” 

Hay distintas evidencias de que, de hecho, los chicos son más vulnerables a la pornografía masiva. Y la razón básica es que los chicos están mucho, mucho, mucho más interesados por el sexo en general. Los hombres se masturban más que las mujeres, rechazan menos ocasiones sexuales y están más motivados para el sexo casual (para una síntesis: Baumeister et al. 2001), especialmente con mujeres más jóvenes que ellos. Se ha propuesto informalmente el término "koreogamia", del griego kore, doncella, para describir esta preferencia. Experimento casual: ¿a algún hombre no le agrada la chica que aparece en la portada en este post? ¿Cuántos rechazarían la ocasión de sexo casual con ella?

Claramente, la industria pornográfica satisface algunas de estas preferencias masculinas naturales, o las suplanta, aunque sus efectos no son inocuos.

Al intentar explicar las causas sobre el “declive de los chicos”, visible en el aumento del fracaso escolar masculino en los últimos años, o en el apreciable deterioro de las relaciones íntimas, el psicólogo Philip Zimbardo señala directamente como causas al exceso de uso de internet, de los videojuegos y la pornografía. Tanto los videojuegos como la pornografía operan como “drogas de excitación” basadas en la novedad y se calcula que un chico promedio ve alrededor de 50 videos pornográficos cada semana.

Otro psicólogo, Gary Wilson, considera que la masiva disponibilidad de pornografía a través de internet hace que estemos viviendo un “gran experimento porno”. La razón es que no existe ningún "grupo de control" con el que comparar los efectos diferenciales de la pornografía: virtualmente todos los chicos con acceso a internet buscan pornografía a partir de los 10 años de edad. Por esto no podemos estar del todo seguros sobre cuáles son específicamente los efectos del porno, si bien existen ya evidencias sobre los efectos de la pornografía en casos de disfunción eréctil.

Eso sí, sabemos que el éxito del porno basado en novedades excitantes no es “cultural”, descansa en un mecanismo biológico ancestral, descrito en casi todos los mamíferos, el “Efecto Coolidge”, de acuerdo con el cual “los machos (y en menor medida las hembras) “exhiben un interés sexual renovado si se les presentan nuevas compañeras sexuales receptivas”. Sin este efecto evolutivo, el porno digital no existiría.


Gary Wilson: “En diez minutos, cualquier usuario de internet puede ver
más tias buenas que cualquier antepasado suyo en varias vidas. El
problema es que sigue teniendo un cerebro de cazador recolector”

Wilson piensa que el consumo de porno podría ser algo así como una versión extrema de las recompensas naturales capaces de secuestrar los circuitos de nuestro cerebro, llegando a erosionar seriamente nuestra fuerza de voluntad localizada en la corteza prefronal, de un modo paralelo a las demás adicciones.

Dado que prácticamente no existe un grupo de control “natural” de hombres que no consumen pornografía, el único modo de comparar los efectos adversos de la pornografía, en un contexto de disponibilidad masiva, es ver cómo les va a los chicos que deciden abandonar el consumo voluntariamente. En internet ya hay distintos foros de personas “libres de pornografía”. Y, por lo menos para algunas, el experimento a la contra parece estar funcionando.


Referencias: 

Baumeister, RF, Catanese, R, Vohs, KD. (2001) Is There a Gender Difference in Strength of Sex Drive? Theoretical Views, Conceptual Distinctions, and a Review of Relevant Evidence. Personality and Social Psychology Review. Vol. 5, No. 3, 242–273

Griffith JD, Mitchell S, Hart CL, Adams LT, & Gu LL (2012). Pornography Actresses: An Assessment of the Damaged Goods Hypothesis. Journal of sex research PMID: 23167939

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