El sesgo profemenino

Político en su "harén electoral"

Para empezar, podríamos definir el sesgo profemenino como una preferencia hipotética hacia el el valor, el bienestar y la felicidad de las mujeres y las chicas, en particular las del propio grupo, con respecto al valor, el bienestar y la felicidad de los hombres y los chicos. Este sesgo podría variar en su extensión cultural y universalidad de forma considerable, hasta el punto de que, en realidad, puede que no sea simplemente un sesgo “natural” producto de la evolución humana ("neotenia", y demás). Steven Pinker, por ejemplo, considera que lo que llama “feminización” de nuestra cultura es una característica histórica reciente, atribuible sobre todo a los valores de la modernidad y la Ilustración. Y Roy F. Baumeister considera que la inversión de los prejuicios masculinos sucede sólo en nuestra cultura a partir de los años 70 del siglo pasado.

Esta preferencia no tiene por qué ser estable a través de la edad, la cultura o la época histórica, y tampoco tiene que ser consciente (y esta es una característica de los sesgos cognitivos) ni estar adecuadamente conceptualizada. El hecho de que la literatura científica no haya acuñado un concepto técnico (aunque existen descripciones folk como “Mujeres y niños primero”) no implica que lo que sugerimos sea algo tajantemente no científico. De hecho, los científicos sociales ya se han dado cuenta de que, al menos en nuestra cultura, puede existir algo así como un sesgo favorable hacia las mujeres. Se le ha bautizado también como “efecto WAW” (siglas en inglés: “women are wonderful”). La regla general es que las mujeres prefieren a las mujeres, y los hombres también prefieren a las mujeres.

Una objeción casi instantánea contra la existencia de este sesgo es que conocemos condiciones culturales y ecológicas en las que los hombres y los chicos parecen claramente los favoritos.

 ¿Acaso no vivimos en una sociedad “patriarcal”?... Bueno, a menudo, cuando se presentan evidencias de un sesgo discriminatorio contra las mujeres y las chicas suele eludirse una parte importante de la historia. La historia de los prejuicios promasculinos de los padres y madres chinos que prefieren tener hijos varones elude que los chicos chinos son responsables legales de sus padres y están obligados a hacerse cargo de ellos cuando son viejos, a diferencia de las hijas. La historia de la mutilación sexual femenina, o ablación, terrible como lo es, elude que la mutilación sexual masculina, o circuncisión, es una práctica todavía más extendida y que se cobra todavía más víctimas inocentes en el mundo. La historia del “techo de cristal” que las mujeres no pueden sobrepasar en sus carreras laborales elude que los hombres y los chicos trabajan frecuentemente sobre un “suelo de cristal” (¿alguien ha leído en España The myth of male power, de Warren Farrell?) que les hace más propensos para los trabajos arriesgados, peligrosos y desechables.

El hipotético sesgo profemenino permite hacer varias predicciones:

1) Las mujeres tenderán a disfrutar de una mayor expectativa de vida que los hombres; 2) Las mujeres recibirán mayores cuidados médicos; 3) Las mujeres obtendrán una mayor porción relativa de recursos sociales valiosos, desde recursos alimentarios hasta el ocio; 4) Las mujeres participarán menos en actividades arriesgadas, como trabajos que implican riesgos mortales o la participación en la guerra; 5) Las mujeres sufrirán en menor medida que los hombres las consecuencias de la violencia.

Sociedades, como la nuestra, que satisfacen todas o la mayoría de estas predicciones puede decirse que son consistentes con la existencia de un sesgo profemenino donde las mujeres prefieren a las mujeres y los hombres también prefieren a las mujeres (y los políticos prefieren a las mujeres más que nadie). Es posible que las mujeres en nuestras sociedades aún denominadas “patriarcales” estén infrarrepresentadas en términos masculinos de honor y poder, pero cuando tenemos en cuenta otras variables vitales, la vista cambia considerablemente.

Pensar en un sesgo profemenino en una sociedad habituada a pensar sistemáticamente en términos de discriminación contra las mujeres y de “privilegios” masculinos puede resultar poco intuitivo, y en algunos círculos respetables aún puede ser un tabú, pero un conjunto de hechos interesantes parecen contarnos de todos modos una historia muy diferente.

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