El monarca y sus censores

Unos años antes de su debate con Constant, Kant tuvo problemas con el rey Federico Guillermo II de Prusia. El monarca y sus censores exigieron que Kant se abstuviera de dar lecciones o de escribir textos que supusieran a sus ojos una distorsión o un menosprecio del cristianismo. Kant, que tenía pensado seguir hablando y escribiendo sobre religión, respondió con un lenguaje sumamente medido en una carta en la que prometía que, "como súbdito leal de Vuestra Majestad, en el futuro desistiré por completo de toda referencia o documento público referido a la religión". 
Cuando el rey murió unos años después, Kant se consideró dispensado de su anterior promesa, ya que esta sólo lo obligaba en cuanto "súbdito leal de Vuestra Majestad". Kant explicó más tarde que había escogido sus palabras "con el mayor cuidado para no verme privado de mi libertad (...) para siempre, sino únicamente mientras viviera Su Majestad". Con esta inteligente estratagema, aquel ejemplo y modelo de probidad prusiana logró llamar a engaño a los censores sin mentirles. 
Michael J. Sandel, Filosofía pública (Pág. 137-138) (Vía)

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