El “neohumanismo”: una confusa utopía racionalista

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Es disculpable que las "declaraciones" humanistas de este estilo, como el "Manifiesto Humanista 2000", sean escasamente precisas y pequen de cierta grandilocuencia utópica, pero la última Declaración neo-humanista sobre principios y valores seculares: Personal, progresista y planetaria, se lleva definitivamente la palma y atraviesa todos los límites.

Esta nueva "Declaración" es un verdadero "tojubaboju" ideológico que incluye aspiraciones tan vagas y heterogéneas como "emplear el pensamiento crítico", "apoyar una economía verde", la "protección de otras especies" y "abocar por la restricción de la población". Por lo visto, los nuevos humanistas también tenemos que ser ecologistas, eugenistas y partidarios de la paz perpetua.

Pese a que afirma apoyarse en grandiosos principios "racionales", "críticos", "escépticos" y aún "científicos", el texto incluye recomendaciones de una reputación racional tan dudosa como "cultivar el afecto por este planeta verde, la Madre Tierra, y la devoción por su renovación". También afirma que una de las más elevadas virtudes que podemos cultivar los neohumanistas es la "reverencia por la naturaleza".

¡Madre tierra! ¡Reverencia por la naturaleza!

Por si estás imbecilidades neochamánicas, camufladas como si representaran el colmo de la ciencia y el progreso, no fueran bastante, el documento también impone obligaciones completamente utópicas e irrealizables a sus defensores, como "trascender las fronteras políticas arbitrarias del pasado y ayudar a crear nuevas instituciones transnacionales que sean democráticas en la gobernanza, respeten y defiendan los derechos humanos". De hecho, la Declaración viene a anunciar la cancelación misma del egoísmo humano ("individualismo ego-centrista") y hace una postrera revelación profética a la altura de un Joaquín de Fiore: "Por primera vez en la historia humana, podemos elevarnos por encima de las barreras nacionales, étnicas, raciales, religiosas y culturales del pasado".

Eso sí, Paul Kurtz, autor del borrador de la Declaración, especifica casi al final que no es "necesario estar de acuerdo con cada disposición". El problema es que resulta difícil salvar una frase. El hecho de que una larga lista de reputados científicos, intelectuales y activistas sea capaz de avalar con su firma (ninguna española, de momento) esta Declaración, para mí, extiende una mancha de pesimismo escéptico sobre el porvenir del humanismo secular, al que quisiera apoyar.

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