Marte rojo

Durante el perigeo Marte llenaba la mayor parte del cielo, como si volaran sobre él en un avión a reacción. La profundidad del Valle Marineris era perceptible; las anchas cimas de los cuatro grandes volcanes aparecieron en el horizonte mucho antes de que se vieran las tierras circundantes. Había cráteres por doquier en la superficie. El redondo interior era de un intenso naranja arenoso, un color un poco más claro que el de las planicies que lo rodeaban. Polvo, probablemente. Las cordilleras montañosas bajas, escarpadas y curvas, eran más oscuras que el entorno, de un color rojizo quebrado por sombras negras. Pero tanto los colores claros como los oscuros apenas se distinguían del omnipresente rojo anaranjado herrumbroso de todas las cumbres, cráteres, cañones y dunas, e incluso del halo curvo de la atmósfera llena de polvo, visibles por encima de la brillante curvatura del planeta. ¡Marte era rojo! Era paralizante, hipnotizante, todo el mundo lo sintió. 
Kim Stanley Robinson, Marte rojo (Pág. 95) (Booket)
Valle Marineris

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