Edamuruku acusado de “blasfemia”

Lo que más me deja perplejo en estos tiempos "postseculares" es que manifestaciones públicas que hace poco más de una década hubieran parecido residuos medievales, se toman ahora como una cosa corriente.

En España un artista se enfrenta a un proceso judicial por ofender los "sentimientos religiosos". En la televisión pública, un obispo utiliza una misa televisada para lanzar una soflama homófoba bajo coartada teológica, despertando una oleada de críticas, pero también de solidaridad. La autoridad civil prohibe manifestaciones laicas con carácter preventivo. Desde los púlpitos y las columnas de opinión se criminaliza el laicismo un día sí, y otro también, calificando como una muestra de impertinente agresividad cualquier crítica, por modesta que sea, a los acuerdos entre la iglesia y el estado.

Realmente, no nos falta mucho para alcanzar al grado de histerismo religioso de India, donde Sanal Edamuruku afronta ahora mismo una acusación por blasfemia (¿decir que Dios o Jesucristo no existe es blasfemia? ¿sostener que los milagros son fraudes es blasfemia? ¿probar que lo son es blasfemia?, ¿qué es, exactamente, "blasfemia"? ), tras la denuncia de los obispos católicos locales, irritados por la exposición fraudulenta de supuestos "milagros". Y todavía intelectuales públicos de la talla de Taylor, Habermas o Camps nos llaman al orden y hacen llamadas al diálogo apacible con quienes siguen justificando estos atropellos.

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