El destierro de lo maravilloso en la España de la Ilustración

Según un artículo de Francisco Vázquez y Richard Cleminson en la revista Asclepio, a fines del siglo XVIII todavía circulaban en España maravillosos relatos sobre personas que mudaban repentinamente de sexo:

Valga como ejemplo el caso de Fernanda Fernández. Nacida en Baza, tomó hábitos en el Convento de las Monjas Capuchinas de Granada. Profesó con 19 años y se mantuvo en la orden hasta los 27, cuando comenzó a reconocerse con señales del sexo opuesto. Al cabo de dos años se completó la transformación. Inicialmente, los médicos le diagnosticaron locura, pues no cesaba de manifestar, con gestos desabridos, sus tentaciones carnales por otras monjas y el intento de resistirlas. Fernanda, en efecto, intentaba vencer estos impulsos evitando a sus compañeras y utilizando estrictas penitencias, a la que se unieron más tarde las sangrías regulares prescritas por los facultativos. Por último, tras reiterar su condición viril ante los galenos, éstos la examinaron y la declararon varón. Acto seguido comenzó en el Obispado la tramitación de los autos para dispensarla de sus votos. Comunicado a sus padres el resultado, Fernanda, convertida ya en Fernando, se vistió de hombre. Aún habría de costarle acostumbrarse a su nueva identidad; conservó las destrezas aprendidas durante su etapa de monja y mostró tristeza al saber que no regresaría al convento.

Aparte de mostrar que la iglesia de la época era bastante flexible en los casos hoy llamados "transgénero", el caso ilustra que el modelo sexual "monista" de la tradición hipocrática-galénica, en el que cabían las noticias maravillosas sobre mudanzas de sexo y hermafroditas puros, aún estaba vigente excepcionalmente en la España de los siglos XVI y XVII.

Junto con estas "observaciones raras" de supuestos mutantes sexuales, aún se discutía si era posible el concurso carnal con el demonio y si "dándose el caso de que el coito fuera fecundo, sería preceptivo bautizar a la criatura recién nacida". Todavía el "crítico" Benito Feijoo creía en la fecundidad de los coitos entre personas y animales y en monstruos bicípites cuyas cabezas eran capaces de dialogar entre sí.

Este modelo iba a ser pronto reemplazado, en el periodo de Las Luces y las revoluciones liberales, por un nuevo esquema sexual fuertemente dicotómico. En este contexto, y a lo largo del siglo XVIII, se pondría en marcha la característica ofensiva escéptica de la ciencia ilustrada contra las creencias maravillosas:

Para dar cuenta de esta ofensiva es necesario discernir tres procesos mutuamente relacionados: la naturalización del monstruo, el despliegue de la Medicina Legal moderna y la fundamentación biológica de la diferencia sexual. El trasfondo de este triple proceso lo constituye el desgaste paulatino de ese orden trascendente que encrofaba la Naturaleza y la convertía en expresión de la voluntad divina. La Naturaleza comenzó a afrontarse como mera Naturaleza, la vida emergió como nuda vida, un proceso regido exclusivamente por sus propias leyes internas. Desaparecida la coraza protectora de la Providencia, la Vida y la Naturaleza se convirtieron en un ámbito frágil, desvalido y peligroso; su conservación y protección se transformaron en un asunto político. Gobernar va a consistir por encima de todo en conducir la vida, administrar sus flujos aleatorios, gestionar sus riesgos, asentar en ella, quebrado el viejo orden estamental, las divisiones y taxonomías de los seres humanos.

Esta nueva ciencia médica, que disoció el estudio de los monstruos de lo considerado "maravilloso", supuso la descalificación de las transmutaciones sexuales y el rechazo de los hermafroditas verdaderos, apuntando hacia una actitud más compasiva hacia los individuos de sexo dudoso que sin embargo resultaban desconcertantes en el entorno racionalizador del nuevo régimen liberal. También convirtió al médico forense, en la medida en que detenta el verdadero "saber positivo del cuerpo y alma", en la autoridad última para determinar la identidad sexual de los individuos, sustituyendo la antigua autoridad de las familias y tutores en el Antiguo Régimen.

Junto con esta descripción sexual dicotómica del ser humano, merece la pena recordar que la nueva ciencia ilustrada terminó definitivamente con la caracterización aristotélica de las mujeres -dentro del monismo clásico- como "varones imperfectos", tal y como aparece en la Defensa de las mujeres de Feijoo. También quedó desterrada la idea de que las mujeres recuperarían el sexo masculino después de la Resurrección Universal.



ResearchBlogging.orgVazquez, F, &; Cleminson, R (2009). El destierro de lo maravilloso. Hermafroditas y mutantes sexuales en la España de la Ilustración Asclepio. Revista de historia de la medicina y de la ciencia, 63 (1), 7-38

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