Nuestro compromiso con el materialismo

Nuestra disposición a aceptar las afirmaciones científicas que van contra el sentido común es la clave para comprender la lucha real entre la ciencia y lo sobrenatural. Tomamos partido por la ciencia a pesar de que algunos de sus constructos son patentemente absurdos, a pesar de su fracaso para cumplir muchas de sus extravagantes promesas sobre la salud y la vida, a pesar de la tolerancia de la comunidad científica hacia las fábulas insubstanciales porque tenemos un compromiso previo, un compromiso con el materialismo. No es que los métodos o las instituciones de la ciencia nos obliguen de algún modo a aceptar una explicación material del mundo sino que, al contrario, estamos obligados por nuestra adhesión a priori a las causas materiales para crear un apparatus de investigación y un conjunto de conceptos que producen explicaciones materiales, sin importar lo contraituitivas que sean, o lo mistificadoras que parezcan a los no iniciados. El materialismo es tan imperativo que no podemos permitir que lo divino asome la pierna por la puerta. El eminente académico katiano Lewis Beck solía decir que quien puede creer en Dios puede creer en cualquier cosa. Apelar a una deidad omnipotente es permitir que las regularidades de la naturaleza se puedan romper en cualquier momento y que los milagros puedan suceder. 
Richard Lewontin, Billions and billions of demons [1997]

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