Totalitarismo sin centro

El siglo XX nos ha enseñado a pensar sobre la tiranía como algo perpetrado por poderosos estados centralizados, pero también puede ser obra de las oligarquías locales. En la China contemporánea, muchos de los peores abusos contra los campesinos, las violaciones de las leyes sobre el medioambiente y la seguridad, y casos de gran corrupción, no son obra del gobierno central en Pekín sino de los funcionarios locales o los empresarios privados que trabajan codo con codo con ellos. Es responsabilidad del gobierno central hacer cumplir sus propias leyes en contra de la oligarquía. No se pierde la libertad cuando el estado es demasiado fuerte sino cuando es demasiado débil. En los EE.UU, el final de las leyes Jim Crow y de las leyes de segregación racial en las dos décadas que siguieron a la II guerra mundial sólo se logró cuando el gobierno federal empleó su poder para hacer cumplir la constitución en contra de los estados del sur. Según parece, la libertad política no se gana cuando se restringe el poder del estado, sino cuando surge un estado fuerte frente a una sociedad igualmente fuerte que persigue la reducción de su poder. 
Francis Fukuyama, The origins of political order (Pág. 384)

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