La falacia del creyente auténtico

Massimo Introvigne, a quien José Javier Esparza describe en su blog como "máximo experto mundial en sectas", analiza la personalidad y la ideología de Breivik para llegar a una aparentemente tranquilizadora conclusión: Breivik no es realmente "cristiano". Como mucho, es un cristiano instrumental o "cultural". Ahora bien, ¿Desde cuándo no se consideran cristianos a los cristianos culturales? ¿No deberíamos declarar entonces a España una nación de ateos y paganos, teniendo en cuenta el escaso porcentaje de ciudadanos que asiste a los servicios religiosos o se declara "católico practicante"?

No, la "descristianización" de Anders Behring Breivik corresponde con una tendencia general a velar las motivaciones específicamente religiosas del terror, que de hecho ya se aplica de modo corriente al terror de origen musulmán. Según parece el verdadero creyente no puede ser un asesino. Algunos analistas conservadores llegan al punto de negar que el Islam sea una religión (la misma tesis de Fordjman y los autores de Gates of Vienna, al parecer inspiradores ideológicos del asesino noruego).

Breivik es un cristiano ideológicamente extravagante y moralmente lunático, pero conviene recordar que tampoco los militantes de Al Qaeda reclutados en países occidentales, en un ambiente fuertemente secularizado, encajan con el estereotipo del creyente "tradicional", como ha explicado el experto en terrorismo Scott Atran en numerosos trabajos.

Con todas las salvedades que sea preciso hacer, el título doloroso de "terrorista cristiano" conviene al caso. El drama moral construído en torno a la "herencia cristiana" de Europa es una motivación de primer orden en la decisión de atentar contra sus compatriotas noruegos.

La idea de que un cristiano no puede ser un asesino de masas es una variación de la falacia lógica "del escocés auténtico". Por desgracia, es bastante obvio que auténticos cristianos son tan capaces como cualquier otro ser humano de cometer crímenes atroces. De hecho, la decisión misma de Breivik de atentar contra sus compatriotas (y no contra los infieles musulmanes), aunque moralmente escandalosa en tiempos de pacificación de las costumbres, tiene una remota pero inquietante correspondencia en la doctrina de la cristiandad tradicional, que perseguía y castigaba antes a los herejes que a los infieles.

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