El caso a favor del relativismo moral

Especialmente -aunque no sólo- desde el dogmatismo religioso, suele tacharse el relativismo moral como una posición insostenible e inmoral. Joseph Ratzinger en particular, ahora como monarca de la iglesia católica, sostiene en los últimos años una cruzada contra la llamada "dictadura del relativismo", muy seguida por unos partidarios que no parecen haber examinado el asunto demasiado en serio.

La realidad es que el relativismo y el escepticismo moral, que pone en duda la pretensión de lograr un consenso moral universal, forman parte de una venerable tradición humanista, visible en las opiniones de Protágoras (485-411 a.C.) y de los escépticos antiguos. Hoy, el relativismo moral sigue siendo una posición filosófica sólida, basada en argumentos que están lejos de ser frívolos o sencillos de rebatir – y todavía menos desde la falsa tranquilidad dogmática que da una moral revelada.

Una de las fuentes modernas del relativismo moral procede de la psicología y la filosofia experimental. Según Joshua Knobe la idea de que el objetivismo moral forma parte de nuestro sentido común es errónea. Las personas podrían estar más inclinadas hacia el relativismo moral como resultado de haber desarrollado rasgos psicológicos diferentes. En particular, las personas que se muestran más "abiertas a nuevas experiencias" (Feltz y Cokeley, 2010) [PDF], que son capaces de considerar múltiples posibilidades de un problema (Godwin y Darley, 2010) [PDF], o simplemente que han dejado atrás la infancia (Nichols y Folds-Bennett, 2003) [PDF] (más o menos hasta que llegan a la mediana edad) tienden a suscribir el relativismo moral. Los datos convergen en la idea de que las personas podrían inclinarse hacia el relativismo moral cuando desarrollan una capacidad para entender las perspectivas alternativas de los demás (Sarkissian et al., en prensa) [PDF].

Jesse Prinz argumenta que la fuente de las inclinaciones morales es puramente cultural y que el objetivismo moral carece de fundamento. Aunque existen ciertas similitudes culturales, la moralidad varía tan dramáticamente a lo largo del tiempo y del espacio, que de hecho casi todo es posible, desde el canibalismo (presente según un estudio de Peggy Reeves Sanday en el 34% de las culturas) hasta la poligamia (presente en el 80%). A diferencia de los problemas científicos, que están basados en las evidencias y en la observación, los problemas morales se resisten al consenso. El papel del razonamiento moral es limitado en comparación al peso de la educación sentimental y el condicionamiento cultural. La "naturaleza humana" no resuelve el problema, puesto que los rasgos evolucionados en ambientes ancestrales apenas ofrecen pistas sobre cómo comportarse correctamente en el contexto moderno y "civilizado".

Prinz sostiene que el relativismo moral no sólo es una posición filosófica correcta, sino en sí un gran descubrimiento moral que "nos hace más tolerantes y flexibles".

Aunque yo en particular no comparto las conclusiones de Knobe y Prinz, por distintas razones, sí me parecía interesante mostrar que el relativismo moral no es una posición totalmente ingenua, "posmoderna", desfasada o fácilmente rebatible. Y, desde luego, que no es una posición vulnerable a las críticas autoritarias, basadas en la revelación. Como escribe el mismo Prinz:

El problema con los mandamientos divinos como cura del relativismo es que no existe un consenso entre los creyentes sobre lo que Dios o los dioses quieren que hagamos. Incluso si existen escrituras sagradas con listas de mandamientos divinos, existen desacuerdos sobre su interpretación: ¿El "No matarás" se extiende a los enemigos? ¿A los animales? ¿Nos hace culpable de las matanzas y de la autodefensa? ¿Prohibe el suicidio? Si ya es duro el desafío filosófico de probar la existencia de Dios, averiguar quién es ese Dios y qué valores están sancionados por la divinidad es muchísimo más difícil.

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