Teodoro “el ateo” (340-250 a.C.)

Teodoro de Cirene, conocido como "el ateo" ("ο άθεος"), estuvo a punto de ser juzgado por impiedad en Atenas, de forma similar a Sócrates, pero huyó a Egipto en 307 a.C. Fue un discípulo del hedonista Aristipo y desarrolló una ética de corte utilitario muy radical. Era un libertario que rechazaba las opiniones convencionales y populares. Según Diógenes Laercio pensaba que "El sabio satisfará sus deseos abiertamente sin ninguna excusa". También era una especie de anarquista y cosmopolita, pues sostenía que "era muy de elogiar que el hombre no expusiera su vida por su patria". Una anécdota con la filósofa Hiparquia, a propósito de la idoneidad de las mujeres y la filosofía, no tiene desperdicio.

El mismo Laercio consideraba "nada despreciable" su obra no conservada Sobre los dioses, que es nada menos que el antecedente de las opiniones de Epicuro.

El testimonio de Cicerón, Pseudoplutarco, Sexto Empírico y escritores cristianos, como Clemente de Alejandría, lo consideraron "ateo", aunque algunos entendían que se refería a los dioses de la teología popular. Sin duda, sería mucho más sencillo formarse una opinión adecuada sobre Teodoro si los antiguos se hubieran preocupado más de conservar su obra que de perseguirla.

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