La falsedad de los universales humanos

Existen universales humanos. Ahora concederme media hora para explicar por qué esto es correcto y falso a al vez. Pero primero, algo sobre el trasfondo y la definición.

Definido del modo más simple, un universal humano es un rasgo, una conducta o una característica cultural que encontramos en todas las sociedades humanas. Los hombres son de media más grandes que las mujeres. Todos los humanos ven exactamente el mismo rango de colores porque nuestros ojos son iguales. El rango de emociones experimentado por las personas es el mismo, y aparece en las expresiones faciales y otros efectos externos, del mismo modo, en todos los humanos.

El término "Universal humano" que se muestra en Google Ngrams (un instrumento de datos bastante tosco pero muy divertido) aparece en los libros no antes de 1830, con casos esporádicos hasta justo antes de la II guerra mundial, cuando, presumiblemente a causa del auge de la antropología y la sociología profesionalizada, mostró un constante aumento hasta el presente. Este incremento se ve interrumpido por lo que probablemente es una caída no accidental a mediados de los años ochenta seguido por algo que supongo asociado con la publicación de la monografía de Dan Brown Universales humanos en 1991. No estoy seguro de si la causa de una súbita caída en el uso del término a lo largo de los últimos años es debida a un fallo de Ngram o a la publicación del libro de Steven Pinker, favorable al determinismo genético, The blank slate: The modern denial of human nature (hay versión en español: La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana).


Google Ngrams: "Human universals" desde 1800
El "efecto Brown"

Google Ngrams: "Genetic determinism" y "Human universals" 
de 1945 a 2008


Desde la II guerra mundial en adelante, las frases "determinismo genético" y "universal humano" tienen patrones similares de aparición en libros, de acuerdo con el visor de Ngram, pero con el primero siendo mucho más popular. Y menciono aquí la frase principalmente para señalar que los dos términos son muy diferentes.

Ahora volvamos a referirnos a la definición mencionada antes y ejemplos (visión del color, tamaño masculino Vs femenino, emociones y expresiones faciales). La primera pregunta es ¿Se permiten excepciones? Sí, necesariamente... La ceguera al color (o la ceguera en general) no obvia la biología universal de lal funcionamiento del ojo. Los individuos pueden ser excepciones a cualquier norma. ¿Pero qué ocurre con culturas enteras o poblaciones humanas que son diferentes? La lista de emociones derivables de un estudio cuidadoso en un grupo de personas podría ser diferente dependiendo de qué cultura observemos. ¿Significa esto que las emociones no son universales? Incluso si existieran diferencias, el hecho es que las culturas seguirían siendo similares, y las pocas culturas que son diferentes no desbordarían la comprensión general de las emociones, cómo trabajan, qué es lo que hacen y cómo funcionan en la sociedad. Sería algo similar a atravesar el telón de acero para entrar en la antigua Unión Soviética y mirar coches. Todos los coches parecerían simplemente coches que vuelven a casa y funcionan del mismo modo, pero nada de eso resultaría familiar a un americano de Detroit. ¿Es que las relaciones entre las partes de un hipotético universal tienen que ser las mismas en todas partes? Afortunadamente no. De media, los hombres son más grandes que las mujeres en cualquier problación lo suficientemente grande y “normal”, pero a menudo hay coincidencias. Sin embargo, el tamaño absoluto de las personas en general y el tamaño relativo de los hombres frente a las mujeres parece variar a lo largo de las poblaciones, con algunas teniendo diferencias muy grandes y otras diferencias muy pequeñas.

En consecuencia, nuestra definición simple de un universal humano se sostiene si estamos dispuestos a permitir al menos tres dimensiones de variaciones o excepción: Los individuos pueden ser excepciones, puede existir alguna variación a lo largo de las culturas, y los detalles pueden variar de modo importante, en la medida en que el universa sea definido de un modo que lo permita.

Pero al mismo tiempo, incluso esta mirada superficial a un pequeño número de ejemplos indica que el concepto de “Universal humano” no equivale a un rasgo genéticamente determinado y específico de una especie. Un concepto así equivaldría a afirmar que la manera cómo se expresan las emociones en los humanos es invariable y predecible como el número de los huesos de un humano adulto, que suponemos es exactamente el mismo en todas las personas.

¿O es así? Realmente, el número de costillas, vertebras, dientes y huesos sigmoideos varían de persona a persona, incluso sin contar el raro pentadactilismo, la amputación y otras diferencias. Asi que, si algo tan básico y “biológico” como el número de huesos por persona varía, deberíamos estar dispuestos a aceptar un rasgo humano como “universal humano” incluso si la gente en el este asiático sonríe más bajo el stress que los ingleses, o si el número de colores reconocidos comúnmente en cada cultura varía desde tres a docenas.

El ejemplo del color es un clásico, y por una buena razón. Muchos grupos de personas tienden a nombrar sólo un pequeño número de colores, aún cuando sean físicamente capaces de ver los mismos colores que los demás. Los pigmeos Efe, por ejemplo, aunque son expertos en su propio medioambiente y son capaces de indentificar miles de especies de plantas y animales perfectamente, sólo tienen palabras específicas para el rojo, el blanco o el negro. Viven en el bosque lluvioso pero no tienen una palabra para el verde. Por supuesto, si investigamos más, averiguamos que sí tienen una palabra para el verde, sólo que no es distintiva. Llaman al verde “color de hojas”. Y pueden llamar a otras cosas “del color de la piel” o “de color sucio”, etc. En un cierto sentido, afirmar que no tienen más que unos pocos colores es como afirmar que Martha Stewart no tiene colores pasteles neutros en su pintura porque sus pinturas se llaman “Paseo matinal” (que no es un color, sino un adverbio/verbo o un adjetivo/nombre), “Corteza de fresno” (que no es un color, sino la parte de un árbol), “Feldepato” (que no es un color sino una clase de roca), “Wampum” (que no es un color sino un tipo de moneda nativa americana), y “Visón” (no un color, sino un animal).

Con todo, diferentes culturas sí poseen diferentes listas de colores, y es posible organizar más o menos las culturas en función de cuántos colores tienen. Al hacerlo, hallamos que las culturas con un menor número de colores tienden a tener el blanco y el negro, después el blanco, el negro y el rojo, más tarde el azul, al que se añade el amarillo, entonces estos tres y el verde o el amarillo, entonces todos incluyendo el verde y el amarillo, después se añade el azul, el marrón, el púrpura, el rosa, el naranja o el gris. La visión del color es un universal humano, pero es trivial. Equivale a decir que es un un universal humano el hecho de que todos los humanos tengan una cabeza. Pero poner nombre al color se entiende como un universal humano en la medida en que todas las culturas siguen el patrón decrito antes, incluso si las culturas son muy diferentes una de otra dentro de su área. Es más, según la misma teoría, se sigue este patrón a causa de la naturaleza de las barras y conos de nuestros ojos (leer a Brown para una explicación más detallada).

Lo que nos lleva al sexo. O, al menos, a une pequeña digresión que me gustaría hacer con respecto al sexo. Universal humano: La mayoría del sexo que no es autoerótico se da entre un hombre y una mujer. Excepción: La cultura anónima de Nueva Guinea (a veces llamada “Sambia”) en la que los hombres se esfuerzan en practicar sexo con mujeres solo cuando es absolutamene necesario para reproducirse, pero practican sexo oral con chicos menores de cierta edad. Sólo una pequeña parte del sexo se da entre hombres y mujeres. ¿De verdad la existencia de una cultura así, si es que existe, afecta a las generalizaciones sobre la sexualidad humana? ¿No deberíamos más bien preguntarnos por esa cultura en particular, y quizás cuestionar hasta cierto punto la validez de nuestro relativismo cultural?

El tamaño relativo de los hombres y las mujeres se debe a diferencias en el desarrollo entre hombres y mujeres, pero no entraremos en detalles. Para nuestro propósito, ejemplifica un interesante tipo de universal humano que demuestra tanto la vaidez del concepto como los modos en que el concepto se convierte en innecesariamente restrictivo con respecto a cómo pensamos sobre los humanos.

Antropólogos anteriores (Mead, Benedict, etc) defendieron la idea de que la cultura humana era tan flexible que a lo largo de las culturas podian encontrarse totalmente invertidos los roles sexuales (es decir, con respecto a la norma occidental). Y encontraron estas culturas en el pacífico. Sin enmbargo, estudios posteriores de las culturas en donde se suponía que las mujeres hacían todas las cosas propias de hombres, y donde se suponía que los hombres hacían todas las cosas propias de las mujeres, mostraron que estos antropólogos estaban, en lo principal, equivocados. No existe un reverso sexual en las culturas del pacífico. De hecho, una lectura más atenta de Bendedict y Mead ni siquiera presenta unos casos muy claros, a pesar de la literatura derivada y la popularización de ello, y la propia Mead daría esa impresión en algunas apariciones públicas.

Sin embargo, es cierto que midiendo la “masculinidad” y la “feminidad” (en cuanto espectro de género) de las personas en un grupo de diferentes culturas, no es difícil encontrar una cultura donde los hombres son más femeninas que las féminas de otras culturas, o que las mujeres de una cultura son más masculinas que los hombres de otras culturas. Cómo “lo masculino” y “Lo femenino” se convierte realmente en hombres y mujeres puede ser muy divergente del sexo genético, algunos rasgos pueden mostrar importantes diferencias de género y otros menos, dependiendo de cada cultura.

Pero no importa lo que se haga, siempre se encontrará la lista usual de rasgos distintivos Hombre vs Mujer, donde los hombres serán más masculinos y las mujeres más femeninas, por poco o por mucho, pero siempre dentro de la misma polaridad. Siempre. Excepciones aparte, por supuesto, que son realmente bastante raras.

En consecuencia, existe un patrón general sobre los roles de género a lo largo de las culturas que es un universal humano, pero ninguna cultura en particular puede usarse para predecir el patrón exacto de cualquier cultura desconocida. Los patrones sobre los roles de género probablemente resultan moldeados a menudo por ciertos rasgos concretos. Culturas de pescadores en el océano vs Culturas horticultoras de bosque, vs Culturas pastorales de tierras verdes vs Culturas de recolectores en tierras áridas...probablemente tendrán patrones internamente similares de roles de género (y otros roles sociales). Esto ocurre porque algún conjunto subyacente de potenciales masculinos y femeninos, necesidades, vulnerabilidades, necesidades, limitaciones, etcétera, desempean papeles básicamente similares en contextos similares. Añadiendo un poco de historia y algo de azar, obtendremos un patrón complejo, parecido a un mosaico, pero bastante predictivo con respecto al patrón sobre el rol de género a lo largo de la especie humana. Con las habituales excepciones.

La diferencia hombre-mujer demuestra, a grandes rasgos, el tipo de universal humano que surge desde factores biológicos bastante básicos (¿Pene o vagina? ¿Lactancia? ¿Paternidad? ¿Ansiedad?) cuando se despliega a través de este planeta loco.

El ejemplo de las emociones demuestra algo más sobre los universales humanos. El vínculo entre unos sistemas neurológicos y endocrinos bastante bien conocidos, el más amplio contexto filogenético (los humanos en cuanto mamíferos, los humanos en cuanto primates, etc.) y la extraña tensión entre la arbitraria naturaleza de la comunicación humana (la linguística) y la naturaleza no arbitraria de nuestros cuerpos.

Todos los mamíferos poseen sistemas límbicos y endocrinos (hormonas), y son bastante similares a lo largo de los grupos que se han estudiado bien. Las “emociones” son el resultado de los sistemas límbicos. Tu laringe y tu faringe te permite hablar, tus piernas te permiten caminar, y tu sistema límbico produce las emociones. A una cierta escala, quizás todos los mamíferos poseen las mimas emociones básicas. Cuatro de estas emociones básicas son: Escapar, Luchar, Alimentarse y el Sexo.

Por supuesto, esto es una simplificación, y existen ciertas evidencias neurológicas y circunstanciales de que las emociones pueden ser derivadas, y algunas totalmente nuevas pueden estar presentes en algunos mamíferos. Por ejemplo, en los gatos la conducta de “ataque afectivo” equivale probablemente a la ira humana, pero desempeña un papel diferente. Los gatos poseen un ataque emocional de “mordedura silenciosa” que los cazadores y los soldados humanos pueden imitar pero que probablemente no es una emoción básica separada en los humanos. Cuando afirmo que “los gatos poseen esta emoción” lo que intento decir es que puedes observar como la muestran en estado salvaje y que es posible replicar fielmente esta emoción insertando una guja en cierta parte del cerebro y aplicándoles una pequeña corriente.

En consecuencia, las emociones humanas pueden y deben ser entendidas dentro de un patrón amplio de emociones de los mamíferos, aunque creo que mucha gente no lo entiende así. Se supone a menudo que las emociones son construídas enteramente a partir de la experiencia cultural. No es así. Pero el conjunto exacto de emociones que son experimentadas típicamente y el papel que desempeñan puede verse muy afectado por la experiencia cultural. Los celos sexuales son un universal humano; esto es algo muy conocido y que posee un sentido biológico vinculado con las emociones. Pero el papel que desempeñan los celos sexuales, si es que llega a ser importante, es algo que parece variar mucho entre culturas. El “Malu” probablemente es una emoción que existe solo en ciertas culturas de Indonesia, aunque se parece a otras emociones de otros lugares (solapándose con la “verguenza” o el “honor”). Y los estados afectivos vinculados a las emociones pueden variar. Me viene a la mente la escena de Platoon en la que un hombre joven resulta asesinado a causa de su sonrisa.

Ciertamente, existen universales humanos que son enteramente no genéticos o que poseen componentes genéticos enteramente triviales. Son difíciles de identificar porque una vez que el determinismo entra en la discusión, los interlocutores lo ven todo como “obviamente genético” o “claramente construído”. No resulta útil.

Los celos sexuales podrían ser una emoción que en algunos casos posee un rol muy importante, adapatativo e incluso central en una cultura (o en algunas culturas). El hecho de que los habitantes del este asiático sonrían de un modo no comprensible para los occidentales no es una adaptación cultural sino más bien un producto de la deriva cultural. y el “Malu” es una forma cultural derivada de una emoción más básica experimentada probablemente por todos los humanos. Pero el hecho de que una analogía genética funcione para describir estas conductas, y pese al hecho de que son biológicas (puesto que poseen su propio órgano, el sistema límbico) no convierte a estas diferencias en genéticamente determinadas. Los indonesios no tienen un gen para el “Malu” y las personas francesas tampoco tienen un gen para los celos sexuales.

Lo que nos lleva al concepto de determinismo. Solía pasar el rato mucho tiempo con un científico cliente que siempre hablaba sobre determinismo y cómo le divertía el modo en que los científicos sociales rechazaban el concepto. En realidad, los científicos sociales rechazaban un concepto diferente (que llamaban deteminismo) del que pensaba mi amigo Kerry. Pero aportó un argumento válido: Cuando tratamos sobre cosas que importan, a menudo existe una causa, y la estructura de causa y efecto es asunto del determinismo. Esto es diferente de la predestinación. El hecho de que la estructura general de las emociones esté determinada por los genes no menoscaba el hecho igualmente válido de que la estructura general de las emociones está determinada por la experiencia. Un tipo de determinismo no es “correcto” o más potente, aunque esto es lo que piensan a menudo muchas personas. Que algo sea o no un universal humano es una cuestión totalmente separable de los detalles que lo determinan.

Cuando los ratones viven en colonias construyen apartamentos siguiendo un patrón de diseño específico en las relaciones espaciales entre los individuos, asemejándose a pequeños apartamentos dentro de un desarrollo de alojamientos más grande. Las termitas construyen sistemas increíblemente complejos de granjas subtarráneas con aire frío y caliente y con áreas para partos. El ratón hace sus apartamentos mediante una conducta única, sólo una, que, cuando vive en grupo hace que el apartamento se forme incidentalmente, pero puede argumentarse que la producción de apartamentos cuando viven en grupo es un “universal ratón” para esa especie. Ninguna termita o grupo de termitas posee un proyecto para un nido de termitas complejo, pero consiguen hacerlo de todos modos. Los nidos de termitas son universales para las termitas, y cada especie posee un patrón universal de nido, aunque el modo en que aparecen y funcionan está determinado por un conjunto muy simple de conductas (genéticamente codificadas) y contexto.

Los universales humanos son reales y son importantes. Son importantes porque averiguar cómo y por qué existen revela de qué modo funcionan los individuos humanos, los grupos y las “culturas”. Nos cuentan algo sobre experiencias comunes que acaso no serían obvias de no reconocer los universales, tales como la verguenza y el honor, revelando cómo moldea la sociedad aquello que se considera normal. Entender los derechos humanos puede servirnos para calibrar. Toda la experiencia antropológica, con su relativismo y su perspectiva “externa” es a grandes rasgos equivalente a la observación de la conducta humana en relación la las cosas que son universales y a las que no.

Besar no es un universal humano aunque está construído a partir de partes que sí lo son. El homicidio y la violación son universales humanos aunque ocurren (normalmente) en circunstancias muy inusuales. En el primero, el verdadero “universal” es invisible para nosotros. Debe coincidir algo relacionado con fluidos corporales, o con un impulso a la cercanía, o algún rasgo relacionado con el peligro o la confianza, para que el hecho de juntar los labios sirva como instrumento para un vínculo (de muchas clases) en muchas pero no todas las culturas. Quién mata o viola a quién y bajo qué circunstancias tiende a seguir patrones muy similares a lo largo de las culturas y contextos (pero con una incidencia muy diferente), si bien las variables específicas del contexto que determinan este comportamiento casi siempre son peculiares.

En definitiva, los universales humanos son reales y el concepto es útil, aún cuando no son lo que muchas personas suponen que son... no son rasgos determinados genéricamente. Nunca fueron rasgos simplistas y genéticamente determinados de la cultura humana, o totalmente inútiles desde el punto de vista de la antropología. La frase “Universal humano” sólo se comprende bien en ciertos contextos, aunque el hecho de que parezca entenderse en contextos más amplios resulta problemático. Al tratar aquí el concepto de un modo más complejo, no intento debilitarlo. Principalmente, como con la mayoría de falsedades, he intentado exponer algunas peculiaridades interesantes. En este sentido, el concepto de “universal humano” es una herramienta razonablemente útil.


Publicado por Greg Laden en su blog Culture as science - Science as culture

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