“Afirmo que toda filosofía está fundada en dos cosas: una mente inquisitiva y una vista defectuosa; puesto que si nuestros ojos abiertos pudieran discernir todas las cosas a la perfección podría percibirse fácilmente si cada estrella es un sol dando su luz a varios mundos. Y por otro lado, si tuviéramos menos curiosidad, difícilmente nos molestaríamos en informarnos sobre la materia, y en consecuencia permanecería en igual ignorancia. Pero la dificultad consiste en nuestra voluntad de saber más de lo que vemos. Por ello los filósofos se pasan la vida descreyendo de lo que ven, y esforzándose en conjeturar sobre aquello que se les oculta. Este estado de la mente no es muy envidiable.”
- Bernard Le Bouyer de Fontenelle, Conversaciones sobre la pluralidad de los mundos (1686). Vía
Animales superfluos
Entre los teólogos también surgieron cuestiones problemáticas en relación a los animales clasificados como "superfluos". San Agustín fue especialmente diestro en esto. Afirmó: "Confieso mi ignorancia sobre por qué fueron creadas las ratas y los sapos, o las moscas y los gusanos... Todas las criaturas son útiles, dañinas o o bien superficiales para nosotros...En cuanto a las criaturas dañinas, nosotros resultamos castigados, disciplinados o aterrorizados por ellas, de modo que no acariciamos y amamos su vida." En cuanto a los "animales superfluos", afirma que "Aunque no sean precisos para nuestro servicio, todo el diseño del universo está completado y finalizado." Lutero, que siguió a San Agustín en tantas materias, declinó seguirle totalmente en esta. Para él una mosca no era meramente superflua, era nociva, enviada por el diablo para fastidiarle mientras leía. - Andrew Dickson White (1832-1918)