Cómo reducir el impacto social de las pseudociencias

En una sociedad que no cree en la existencia de "ideas objetivamente ciertas y falsas", y donde (según encuestas) la mitad de la población cree en la realidad de la "curación psíquica", criticar los errores y las supersticiones del público puede ser peligroso. Simon Singh fue infructuosamente demandado por los quiroprácticos británicos en 2008 basándose en la ley de libelo inglesa. El periodista científico Luis Alfonso Gámez también fue demandado después de criticar a un conocido vendedor de misterios en España. Más recientemente aún, Fernando Cuartero, un catedrático universitario, fue condenado por un juzgado albaceteño a pagar 204 euros por haber llamado "vulgares estafadores" a los practicantes del espiritismo. Por poner algunos ejemplos.

Dejando de lado estos obstáculos institucionales, lo que hace a las pseudociencias más peligrosas y difíciles de erradicar es el hecho -hasta ahora no suficientemente señalado- de que arraigan en el cerebro y en la cognición normales, no sólo en el cerebro patológico. Este es el supuesto sobre el que han trabajado Helena Matute, Ion Yarritu y Miguel A. Vadillo, desde el laboratorio de psicología de la universidad de Deusto. El estudio que han realizado se basa en investigaciones previas que han documentado la "ilusión de control" (en la que los sujetos creen causar un efecto que en realidad es independiente) y otros tipos de comportamiento supersticioso en el laboratorio:

De acuerdo con nuestra propuesta, la ilusión que tiene lugar en la pseudociencia es el resultado de la mente normal y bien adaptada, que produce sistemáticamente ilusiones cuando es expuesta a ciertas condiciones. Esto es importante porque una de las cosas de las que se quejan los creyentes de la pseudociencia es de que la ciencia académica los trata a menudo como idiotas, o incluso como mentirosos. Nuestro estudio muestra que estas ilusiones se desarrollan en la mayor parte de la gente. En consecuencia, pueden predecirse (y reducirse) las ilusiones si entendemos las condiciones en las que nuestro sistema cognitiva tiende a errar a la hora de asociar las causas y los efectos y a la hora de reconocer relaciones contingentes. En consecuencia, estudios básicos sobre cómo detectan las personas las relaciones causales pueden emplearse provechosamente para guiar y sugerir programas públicos e intervenciones exitosas para reducir el impacto de la pseudociencia. 

El experimento que han llevado a cabo a través de encuestas on-line, y que ha sido publicado en British Journal of Psychology, es muy bien descrito en el blog De legos a logos:

En el experimento se realizó por internet y consistía en pedirles a los participantes que evalúen la efectividad de una droga ficticia para curar una enfermedad que no existe realmente. Se les mostraba a cada participante 100 pacientes ficticios que sufrían de Síndrome de Lindsay; algunos de ellos habían tomado la medicina (Batatrim) y otros no. Se les preguntaban si creían que el paciente iba a mejorar y luego se les decía si se habían curado o no. El truco es que tanto los pacientes que habían tomado la medicina como los que no se curaban el 80% de las veces; es decir, el Batatrim no tenía efecto alguno.
Para probar si la frecuencia en la que aparecía la causa potencial afectaba el nivel de ilusión, los participantes fueron divididos en 2 grupos. Uno veía 80 pacientes que habían tomado la droga y el otro sólo 20 (en ambos casos la tasa de recuperación era del 80%). Además, se les preguntaba “¿Hasta qué punto crees que el Batatrim es la causa de la curación de las crisis de los pacientes que has visto?” (pregunta causal) y “¿Hasta qué punto crees que el Batatrim ha sido efectivo para curar la crisis de los pacientes que has visto?” (pregunta sobre efectividad).

Las barras negras representan el grupo que ha
visto menos pacientes.

Los resultados implican que la ilusión de causalidad es amortiguada en el contexto del experimento cuando se presentan menos pacientes y también cuando la pregunta se plantea en términos causales y no sólo de eficacia. Claramente, estos resultados implican que los educadores, grupos escépticos, divulgadores y científicos, si desean reducir el impacto social de las pseudociencias, deben orientar sus críticas hacia el problema de la causalidad, deben intentar que el público inspeccione dentro de la "caja negra" de las pseudociencias.

Aunque los autores no mencionan en su trabajo la palabra "religión", es evidente y peliagudo que muchas de las prácticas pseudocientíficas se dan en un contexto específicamente religioso, y que muchos de los obstáculos al problema de la causalidad se dan también en el mismo contexto. Eterno tabú, tan bien descrito en su momento por Hobbes (citado por Lange): "El temor a los poderes invisibles, imaginado o transmitido por las tradiciones, se llama religión cuando este se establece en nombre del Estado, y se llama superstición cuando no tiene un origen oficial."



ResearchBlogging.org Matute H, Yarritu I, & Vadillo MA (2010). Illusions of causality at the heart of pseudoscience. British journal of psychology (London, England : 1953) PMID: 21092400

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