Idiomas del sufrimiento en la Guinea Bissau poscolonial

Los antropólogos de la salud llevan décadas hablando sobre "idiomas de sufrimiento" moldeados por diferentes culturas del mundo. Pero según de Jong y Reis estos "idiomas" no deben tratarse como patologías o síndromes de filiación cultural en sí mismos, sino como modos culturales de expresar patologías. Se trata de "lenguajes simbólicos incorporados para expresar sufrimiento psicosociológico que derivan su legitimidad de metáforas compartidas, significados y conocimiento dentro de un grupo". Estos dispositivos "folk" "permiten al individuo expresar y comunicar sufrimiento ocasionado por diferentes fuentes de stress que no podrían expresarse de otro modo en el contexto local social, cultural y político, debido a la amenaza inherente que tal expresión constituiría para las estructuras y valores culturalmente dominantes".

De Jong y Reis han empleado este marco conceptual para intentar explicar una de estos "idiomas" en Guinea Bissau, y han publicado el trabajo en Culture, Medicine and Psychiatry:

En otoño de 1984, una oleada de rumores se extendió por el sur de Guinea Bissau a cerca de mujeres Balanta "locas" que no podían concebir o cuyos hijos murieron. Trataron de encontrar alivio de una mujer que recibía mensajes del dios Balanta llamado Nhaala, que le decía que sanase a otras personas, enseñándoles hierbas medicinales y mandándola que terminara con la brujería del país. Lo que comenzó como un culto de sanación se convirtió en un movimiento de personas jóvenes, especialmente mujeres, que impactaron profundamente en la sociedad Balanta y tuvo repercusiones nacionales. 

Este culto "Kiyang-yang" se desarrolló después de la independencia de Guinea Bissau reconocida por Portugal en 1974, que fue seguida por un periodo de inestabilidad política, guerra, represión y deterioro social importante. Pero en medio de delirios místicos, entre los "mandamientos" recibidos por Kiyang-yang del dios Baalanta figuraban órdenes tan razonables como la finalización de la brujería, del robo, la escolarización de los niños, la abolición del culto a los antepasados y el matrimonio libre. Gran parte de las características del culto se explica por tensiones de género:

Sin un culto a los antepasados, una mujer infértil no necesita preocuparse por reencarnarse en un nieto que no puede tener. Adicionalmente, sin brujería, una mujer no sufre en su familia por el posible estigma de haber asesinado a sus propios hijos. Una mujer que sufre la pérdida de sus hijos apenas puede expresar y procesar su pena y sus sentimientos de pérdida cuando su entorno o su "voz interior" atribuye su sufrimiento a la brujería, o al sacrificio de la fuerza vital y en consecuencia de la vida de sus hijos por el beneficio material. Más aún, una mujer que sufre de infertilidad es culpada moralmente por el vacío existencial en el que se encuentra debido a la incapacidad de su alma para reencarnarse en su descendencia. El idioma Kiyang-yang de sufrimiento se convirtió en el vehículo de un intento radical de erradicar estas dos fuentes de sufrimiento mediante la abolición  de la brujería y la abolición de la creencia en los antepasados. En un nivel distinto y de más alto nivel, esto es, en el nivel del grupo étnico, el idioma señaló la pobreza, la injusticia y la marginación del estado fallido, así como el atraso del grupo étnico y su falta de esperanza. Siguiendo a Nhaala y aboliendo la brujería, el nuevo movimiento esperó guiar a los Balanta hacia el mundo moderno. 

De Jong y Reis consideran que este tipo de "idiomas" culturales sólo pueden sobrevivir en la medida en que expresan y alivian, pero no señalan ni eliminan explícitamente el sufrimiento que articulan. Suponen que una vez que estos problemas y el sufrimiento sea convenientemente diagnosticado, el idioma perderá su raison d'être y se evaporará.

Aunque los autores no llegan a conclusiones tan audaces, cabe preguntarse hasta qué punto este tipo de fenómenos místicos y "protestas simbólicas" están de hecho en la antesala de la religión orgnizada, y pueden suministrar la clave para entender su origen esencialmente socioeconómico. En cualquier caso, a quien le parezca demasiado remoto o pintoresco el culto Kiyang-yang de las mujeres guineanas, podríamos recordarle que el último "atarantado" (un festivo "idioma" español del sufrimiento narrado por Maria Tausiet en este delicioso artículo) [PDF] todavía vivía en el Aragón del siglo XX.



ResearchBlogging.org Jong, J., & Reis, R. (2010). Kiyang-yang, a West-African Postwar Idiom of Distress Culture, Medicine, and Psychiatry, 34 (2), 301-321 DOI: 10.1007/s11013-010-9178-7

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