La vida moral de los bebés

Nuestras más "elevadas facultades morales" no son inexplicables desde la evolución biológica, como temía Alfred Russel Wallace:

Decir que un rasgo biológico evoluciona para un propósito no significa que siempre funcione, en el aqui y ahora, para ese propósito. La excitación sexual, por ejemplo, evolucionó presumiblemente porque servía para hacer bebés; pero por supuesto podemos excitarnos en todo tipo de situaciónes en las que hacer niños simplemente no es una opción, por ejemplo, mientras vemos pornografía. De forma similar, nuestro impulso de ayudar a los demás evolucionó probablemente por el beneficio reproductivo que nos daba en ciertos contextos.

Aunque la biología (como la capacidad empática de los bebés) no sea suficiente:

El aspecto de la moralidad que realmente nos maravilla, su generalidad y universalidad, es el producto de la cultura, no de la biología. No hay ninguna necesidad de postular intervención divina. Un pleno desarrollo de la moralidad es el producto del desarrollo cultural, de la acumulación de aportaciones racionales e innovaciones que ha costado conseguir. La moralidad con la que comenzamos es primitivia, no sólo en el sentido obvio de que es incompleta, sino en el sentido profundo de que cuando los individuos y las sociedades aspiran a una moralidad ilustrada, en la que todos los seres dotados de razón y sufrimiento se sitúan en la misma base, donde todo el mundo es igual, entonces deben luchar contra lo que poseen los niños desde el punto de salida.

En un largo e imprescindible ensayo de Paul Bloom sobre estudios morales en niños.

Ver también: La evolución de la sociedad abierta.

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