La teoría medieval de los humores y el naturalismo

Por lo menos desde Hipócrates, en el siglo IV a.C, la teoría de los cuatro humores dominó buena parte del pensamiento médico occidental e islámico, a través de Avicena (aunque al-Razi cuestionó el "Humorismo" en sus Dudas sobre Galeno ya en el siglo IX d.C). Como es bien sabido, esta teoría "humoral" suponía la existencia de cuatro humores (sangre, cólera, flema y melancolía) que circulaban por la sangre para dar lugar a otros cuatro modos de temperamento (sanguíneo, colérico, flemático y melancólico). El legado hipocrático valoraba ante todo la eucrasía, el equilibrio de los humores -aunque de hecho el temperamento "sanguíneo" era el más apreciado. Para decirlo con Fray Luis de Granada: "La salud de nuestros cuerpos consiste en el temperamento y proporción destos cuatro humores, y la enfermedad cuando se destemplan, creciendo o menguando los unos sobre los otros". Lo cita Christine Orobotig en El sistema de las emociones. La melancolía en el siglo de oro español.

A pesar del carácter marcadamente conservador de la medicina tradicional, lo interesante de estas teorías (hoy diríamos: precientíficas) es que suponen una primera tentativa naturalista de explicar los afectos. Al fin y al cabo el humorismo concebía el  temperamento en armonía con unos "espíritus animales" que, según el médico español del siglo XVII Tomás Murillo y Valverde, "son instrumentos propios, mediante los quales, o con los quales, el ánima obra". Los "humores" afectaban tanto a la naturaleza física como a la espiritual y, por primitiva que nos parezcan hoy estas ideas, representan el antecedente histórico de la fisiología, y de las teorías abiertamente materialistas de la conciencia.


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