Creer en Dios no es innato

Gregory S. Paul es un "paleoartista" y académico independiente, pionero en lo que podríamos llamar "hipótesis socioeconómica" [PDF] moderna sobre el origen de la religión. A lo largo de los últimos años Paul ha presentado una impresionante colección de evidencias que relacionan la religiosidad con el status socioeconómico, medido en términos de seguridad personal, salud pública y otros índices de disfunción social. En la misma línea, Tomas Rees, [PDF; comentado aquí] ha relacionado recientemente la intensidad de las creencias religiosas con la inseguridad de los individuos en distintas naciones.

En Wall Street Journal Paul critica con argumentos amenos y contundentes los programas de investigación recientes (normalmente apoyados con impresionantes inyecciones de capital, como atestigua el premio Templeton) que intentan presentar la religión como un rasgo innato, inseparable incluso de la "naturaleza humana":

Si un comportamiento es tan fundamental como medio de supervivencia debe estar fuertemente fijado genéticamente, y debe ser universal. El ADN preprograma tan bien a los humanos para aprender un lenguaje que a la edad de cinco años los niños ya participan en conversaciones inteligibles. Los pulgares oponibles que hacen distintos a los seres humanos de los demás primates evolucionaron para ese materialismo que más que ninguna otra cosa estimula y dirige la civilización. Alrededor del globo el lenguaje florece y  la inmensa mayoría apetece bienes materiales, que son genuinamente universales.

No se puede decir lo mismo de la religiosidad popular, tan variable que posee importantes consecuencias para las sociedades humanas y la naturaleza de la creencia. De acuerdo con Gallup y otras encuestas, el número de americanos que creen en algo paranormal (8 sobre 10) es más o menos el mismo que aquellos que creen en Dios. Sin embargo, la opinión que cuenta en las guerras culturales y políticas es la segunda.

A diferencia del lenguaje y otros rasgos genuinamente universales (sin perjuicio de que también sean muy variables), la "religiosidad" es un concepto tan vago y diverso que a duras apenas conforma un tipo natural. ¿Qué tienen que ver -como apunta Paul-, las creencias de los Hazda o los !Kung con la doctrina católica de la trinidad, o con el budismo?

La hipótesis socioeconómica de Paul explica muy bien, por cierto, la aparente excepción norteamericana (Ver también la relación entre salud e igualdad) a la teoría de la secularización, últimamente reivindicada por el sociólogo Steve Bruce o por Phil Zuckerman.

Los Estados Unidos poseen la mayor desigualdad financiera, es el único país occidental sin cobertura universal de salud y se sitúa en los últimos puestos en la escala de Sociedades Exitosas. En ninguna otra democracia avanzada las ciudades están tan afectadas por tales índices de criminalidad y mortandad juvenil, o los ciudadanos corrientes están tan sujetos a súbitas ruinas financieras a causa de las impresionantes facturas sanitarias.

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