Ante el quinto aniversario de Benedicto XVI

Hacer balance del actual pontificado romano es casi inevitable a pocos días para que se cumplan los primeros cinco años desde que el cónclave escogiera a Josef Ratzinger como sucesor de Karol Wojtyla, el 19 de abril de 2005. Dejando al margen las aportaciones estrictamente teológicas y doctrinales, recogidas hasta el momento en tres encíclicas, y partiendo de la base de que este tema incumbe tanto a creyentes como a no creyentes ¿Por qué será recordado esencialmente Benedicto XVI? Cinco propuestas:

Por la misa de espaldas

El 13 de enero de 2008 Benedicto XVI celebró una misa en la capilla sixtina situándose "ad orientem", es decir, de espaldas a los fieles. Este gesto ampliamente criticado por los sectores que temen un retroceso en la "puesta al día" de la Iglesia, tanto por teólogos como por desconcertados creyentes "de a pie", provocó que el mismo Ratzinger saliera el paso de las críticas subrayando que la orientación "hacia el Señor: hacia el Padre por Cristo en el Espíritu Santo" aparentemente no traiciona las instrucciones litúrgicas de la iglesia romana.

Por la reconciliación con obispos lefebvrianos y antisemitas

Mediante un decreto firmado en enero de 2009, Benedicto XVI levantó la excomunión del obispo Richard Williamson, miembro de la sociedad tradicionalista San Pío X y negador público del Holocausto. Este es el suceso que más ha enturbiado las relaciones romanas con la comunidad judía, a pesar de que el Vaticano se ha visto obligado a desmarcarse oficialmente de las tesis negacionistas de Williamson, a condenar cualquier forma de antisemitismo (¿Por qué no aparece ni una sola mención al "antisemitismo" en la entrada Josef Ratzinger de la Wikipedia española?), y al hecho de que el mismo Papa haya declarado su "completa e indiscutible solidaridad" con los judíos. La equiparación, por parte de un predicador vaticano, entre la persecución del Holocausto y las críticas por el escándalo de los curas pederastas, ha vuelto a tensionar las relaciones con los judíos recientemente.

Por cuestionar y obstaculizar la educación sexual y las políticas de salud sexual basadas en la ciencia

Durante una visita pastoral a Camerún y Angola, en marzo de 2007 Benedicto XVI cuestionó las políticas públicas de salud sexual llegando a afirmar que el uso de los preservativos podría "aumentar el problema" del SIDA. La posición de Edward C. Green, de la escuela de salud pública de Harvard, fué la más benevolente en comparación con un alud de críticas que incluían a la Sociedad Internacional sobre el SIDA y la revista médica The Lancet, la más prestigiosa e influyente del mundo, que exigió una rectificación pública y acusó a Ratzinger de "manipular la ciencia para apoyar la ideología católica". El rechazo de la planificación familiar racional se complementa, como es bien sabido, con un fuerte recrudecimiento de las campañas antiabortistas que también hemos experimentado en España, a raíz de la última propuesta de ley.

Por organizar una "santa alianza" con el Islam frente a la civilización laica  

Tras la polémica a raíz del discurso en la universidad de Ratisbona en 2006, y en parte como respuesta a la "Carta abierta al Papa" escrita por distintas autoridades religiosas y académicas islámicas, Josef Ratzinger puso a Jean-Louis Touran a la cabeza del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso. Desde entonces, se han fortalecido extraordinariamente los contactos entre la diplomacia vaticana y representantes muy significativos del mundo islámico, particularmente de Irán y Arabia Saudi. Para poner algunos ejemplos, la "doctrina Tauran" ("Gracias al Islam...") ha cristalizado desde entonces en distintas iniciativas paralelas ("A common word") encuentros amistosos entre clérigos y declaraciones conjuntas dirigidas en particular contra la Europa laica y descreída. Como aquella inolvidable -aunque apenas publicitada y de hecho olvidada- declaración conjunta del rey Abdulá y representantes cristianos y musulmanes que aparentemente rubricaba "un éxito de la fe contra el ateísmo, de la virtud contra el vicio, de la justicia contra la injusticia, contra la paz de los conflictos y las guerras, y de la fraternidad humana contra el racismo".

Por la cobertura a los sacerdotes pederastas

Mientras los incondicionales aprietan filas estos días en torno a Ratzinger, solicitando prácticamente la impunidad por sus actuaciones y estableciendo lunáticas equiparaciones entre la educación sexual, la homosexualidad y la pederastia, la denuncia de abusos infantiles por parte de sacerdotes católicos en distintos países sigue engordando un escándalo masivo y devastador. La misma imagen pública de Josef Ratzinger ha sido seriamente dañada por su participación personal en algunos casos desvelados en los mayores medios de comunicación mundiales. La involucración del pontífice ha sido muy bien explicada por Christopher Hitchens tras el conocimiento público de una carta confidencial a los obispos católicos:


Mucho más serio resulta el papel de Joseph Ratzinger, antes de que la iglesia decidiera convertirle en el líder supremo, a la hora de obstruir la justicia a escala global. Después de su promoción a cardenal, fué puesto al cargo de la así llamada "Congregación para la Doctrina de la Fé" (anteriormente conocida como Inquisición). En 2001, el Papa Juan Pablo II estableció este departamento encargado de la investigación de violaciones infantiles y torturas por parte de sacerdotes católicos. En mayo de aquel año, Ratzinger dirigió una carta confidencial a todos los obispos. En ella, les recordaba la extrema gravedad de un cierto crimen. Pero ese crimen consistía en informar de violaciones y torturas. Las acusaciones, entonaba Ratzinger, sólo eran tratables dentro de la propia jurisdicción exclusiva de la iglesia. Se prohibía terminantemente compartir cualquier prueba con las autoridades o con la prensa. Los cargos debían investigarse "del modo más secreto...contenidos por un silencio perpetuo...y todos...debían observar el estricto secreto comúnmente conocido como el secreto del Santo Oficio...bajo la pena de excomunión (La cursiva es de Hitchens). Nadie ha sido excomulgado aún por la violación y tortura de niños, aunque exponer la ofensa podría ponerte en un serio aprieto. ¡Y esta es la iglesia que nos advierte contra el relativismo moral!


El escándalo, que sólo acabamos de conocer gracias a la indocilidad de las víctimas (las mejor organizadas son principalmente irlandesas, alemanas y norteamericanas) y al correcto funcionamiento de algunos estados democráticos de derecho, ha dejado totalmente en evidencia la opacidad, cuando no el secretismo culpable de una organización que no aguanta el mínimo escrutinio democrático y que en pleno siglo XXI continúa resistiéndose a asumir la igualdad ante la ley de sus cabezas coronadas (una reclamación histórica, por cierto, tan antigua como la Enciclopedia de Diderot y d'Alambert). En este sentido, los actos públicos de contricción, incluyendo la deliberada y repetida confusión entre el "pecado" y el "delito", de ninguna manera consiguen ocultar la gravedad del asunto, cifrada no tanto en el número de los abusos cometidos (que algunos medios católicos intentan minimizar desesperadamente), cuanto que en el encubrimiento persistente de los sacerdotes pederastas por parte de los jerarcas.

Los hechos son demasiado públicos, tercos y abundantes como para que las consignas y la propaganda defensiva suene medianamente creíble. En cualquier caso, si el papa actual es de verdad "la persona que más ha hecho por erradicar los absusos sexuales y hacer limpieza entre el clero indigno", entonces estremece pensar en el legado moral de sus predecesores.

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