Dos textos misóginos del siglo XVII

El primero es nada menos que de Gaspar Astete, el autor del famoso catecismo, recomendando que no se enseñe escribir a las mujeres en el Tratado del govierno de la familia y estado de las viudas y doncellas:

Porque (a mi juyzio) el permitir, o aconsejar a los padres que enseñen a leer a sus hijas, no tiene tanto inconveniente como el dezir que las enseñen a escrevir (...) Y aún digo más, que assí como el saber escrevir no les es necesario, assí les puede ser más dañosos el saberlo, como la experiencia lo enseña. Porque muchas mugeres andan  y perseveran en malos tratos, porque se ayudan del escrevir para responder a las cartas que reciben y como escriven por su mano, encubren mejor los tratos que traen; y hazen más seguramente lo que quieren, más si huviessen de escrevir por mano agena, porque saben que ay testigos de sus ocultos secretos, y no podrían conseguir lo que pretenden; y assí como no saber escrevir, cessan de vivir mal, por no fiar su vida del poco secreto y recato que ay en algunas personas terceras. Por lo qual, en resolución, digo que la donzella christiana y verdadera hija de sus padres, para el aprovechamiento de su alma se contente con sólo saber leer y piense que aunque no sepa escrevir no perderá de su honor ni de su reputación.

El segundo está en un anónimo y florido Preparativo cristiano para apartarse de ellas (las mujeres):

Si tu espíritu altivo y alocado pudiera conozer la suerte de tu miseria, huirías de la luz del sol, buscarías las tinieblas, entrarías en las grutas y cavernas más obscuras...Los antiguos te descifraron manifestando que tu vives en el mundo, la más imperfecta criatura del uniberso, la escoria de la naturaleza, el seminario de las desdichas, el manantial de las penas, el juguete de los tontos, la ruina de la sabiduría, el tizón del infierno, la pajuela del vicio, el lago de inmundicias, un monstruo en lo natural, un mar incomparable, una chimenea mixtiforme, un gusto dañoso, la casa del demonio, la enemiga de los ángeles, un asqueroso animal.

Para ser justos, otro anónimo preparativo de la época, esta vez para quererlas (a las mujeres) definía a las del otro sexo como "Un ángel en las calles, un querubín en casa, una tórtola en la ventana".

Lo cuenta Diego Navarro Bonilla en Sentir por escrito hacia 1650. Cartas, billetes y lugares de memoria, dentro del delicioso volumen Accidentes del alma. Las emociones en la edad moderna.


Dirk Hals. Mujer joven dejando caer una carta (1631). Foto: Essential Vermeer.

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