Difamación religiosa y difamación atea

Por fortuna, las democracias liberales normalmente valoran más la libertad de expresión y las leyes contra la blasfemia son cada vez más raras. En EE.UU. perseguir la blasfemia es anticonstitucional, el Reino Unido ha abolido este tipo de leyes en 2008 y la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa ha recomendado a sus socios que establezcan leyes para proteger la libertad de expresión. Una notable excepción europea es Irlanda, que este mismo julio ha aprobado una ley anti-blasfemia, aunque no sin fuerte crítica. Fuera de Europa, la campaña más importante a favor de establecer una legislación internacional contra la "difamación religiosa" es planteada desde hace años por la Organización para la Conferencia Islámica.

La legislación sobre difamación religiosa ignora completamente a los no creyentes, a pesar de que suponen una minoría en crecimiento (en España hay casi un 15% de no creyentes, según una encuesta del CIS), y a pesar de que los comentarios difamantes contra los no creyentes, por parte de líderes religiosos, políticos y comentaristas, son casi convencionales en algunos foros del conservadurismo religioso. Esta situación es claramente desequilibrada.

Algunos ejemplos recientes son las declaraciones de Pilar Farja, consejera gallega de sanidad, después de asegurar que "el ateísmo deja a la gente sin moral", o la campaña integrista contra Javier Armentia, fugaz colaborador de la cadena radiofónica COPE, tras ser marcado como "ateo confeso" y "ateo anticlerical". Otros comentarios, que no dudan en relacionar el ateísmo, o el naturalismo, con las "consecuencias terribles" del totalitarismo, son también muy frecuentes.

Las evidencias científicas, sin embargo, no respaldan los prejuicios del inmoralismo secular o ateo. Ni las sociedades más seculares son más disfuncionales que las religiosas, ni los individuos no creyentes son más inmorales que los creyentes. De hecho, la ciencia experimental está confirmando la autonomía moral que defendían los filósofos de la Ilustración. Según el psicólogo Eliott Turiel, por ejemplo, las normas morales poseen un status peculiar que las distinguen de otro tipo de normas dependientes de autoridades locales. En este sentido, incluso los niños criados en comunidades fuertemente religiosas son capaces de distinguir entre las normas que aplicarían por estar escritas en el texto sagrado y las normas morales que aplicarían incluso aunque no estuvieran escritas en el texto sagrado o no fueran respaldadas por la autoridad local (como los padres o los sacerdotes). Aunque no todas las intuiciones morales de un grupo son compartidas universalmente por todos los demás, los estudios sobre dilemas morales de Hauser y Mikhail ("The moral sense test") también avalan la idea de que no existen diferencias significativas entre creyentes y no creyentes (o entre hombres y mujeres, e incluso entre individuos de diferentes culturas), en cuanto al sentido moral básico.

Difamar a los ateos puede pasar desapercibido en las leyes, pero es una actitud moralmente inadmisible, arcaica y pseudocientífica.

ACT. Gracias al comentarista de la web Menéame. Al parecer nuestro ordenamiento jurídico que protege a los no creyentes (Artículo 525.2) en contra de lo que suponía.

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