Religión y bienestar: nuevas evidencias

La teoría clásica de la secularización, formulada en principio por Weber, predecía que el aumento de la educación y la transmisión libre de las ideas conducirá a una disminución progresiva de las mentalidades supersticiosas y del pensamiento anti-naturalista. Existe ya gran apoyo empírico para avalar este pronóstico, como la relación inversa entre productividad científica y religiosidad (1), o el descenso de la religiosidad en las clases más educadas, en particular dentro de la comunidad científica (2) asi como muchas otras encuestas sobre la caída de la participación religiosa en sociedades desarrolladas, especialmente europeas occidentales.

Secularización Vs Elección Racional

Como alternativa a esta teoría de la secularización, en los últimos tiempos se ha desarrollado una perspectiva de investigación basada en la Teoría de la Elección Racional (Rational Choice Theory), asumiendo que las preferencias religiosas de las personas son constantes y universales y que los procesos de secularización no tienen lugar tanto por la "modernización", sino por la competencia entre los proveedores religiosos y seculares. Gill y Lundsgaarde (3) asumían este modelo al proponer que existe una fuerte relación entre el descenso de la participación religiosa y el aumento de los "estados del bienestar". El estudio, que llegaba a conclusiones muy interesantes, sin embargo incluía una singularidad norteamericana -el supuesto de la "voluntariedad" en la participación religiosa- que difícilmente se puede extrapolar al resto de naciones "desarrolladas": en realidad la cristiandad tradicional, como reconocería cualquier economista o historiador serio, dependía tanto de su alianza con el "brazo secular" (¿desde cuando fue voluntario el diezmo?) como ahora lo hacen las políticas modernas del "bienestar".

Otra deficiencia teórica del modelo de la Elección Racional procede del supuesto de una preferencia religiosa constante y universal, aparentemente avalado por estudios que apuntan hacia una condición "genética" (4) o "natural" (5) de la religión. Estos estudiosos refieren la existencia de ciertas creencias espirituales "familiares, obvias, autoevidentes", que serían corrientes o naturales ("no-culturales", en el sentido de Pascal Boyer) en una buena parte de la humanidad. Pero estos "instintos religiosos", algunas veces relacionados con el animismo, difícilmente pueden servir para identificar ni muchísimo menos justificar a las religiones dogmáticas, organizadas, de los últimos milenios de historia humana.

Como otros autores especifican, conviene también separar cuidadosamente espiritualismo, espiritualidad y religiosidad. En este sentido, la teoría clásica de la secularización en absoluto es incompatible con la expansión del asociacionismo secular e incluso con una naciente "espiritualidad naturalista" capaz de desplazar progresiva y lentamente a las religiones tradicionales. La secularización, por otra parte, afecta también a las propias religiones tradicionales que contemplan la pérdida de peso de sus contenidos dogmáticos más escabrosamente enfrentados con la visión científica y naturalista.

Religión e inseguridad: El "opio del pueblo"

Un trabajo de Gregory S. Paul (6) retaba en 2005 la corriente asociación entre salud pública y religión, mostrando una inquietante relación inversa entre ambas. Aunque se han criticado fuertemente algunas deficiencias metodológicas, lo cierto es que la hipótesis ha demostrado ser fecunda. Tomas James Rees (7) ha hecho una fantástica contribución al tema estudiando recientemente -con una base de datos mucho más amplia y actual- la relación entre inseguridad personal, desigualdad económica y religiosidad. Sus conclusiones establecen, en línea con Paul, que "aquellos países con expectativa de vida más corta, mayor mortandad infantil, mayor violencia criminal, más corrupción, mayores índices de aborto y menos paz tienden a poseer mayores niveles medios de religiosidad personal, según resulta medida por la frecuencia de oración". La inseguridad personal y la desigualdad de la renta serían los más importantes factores explicativos para entender la singularidad norteamericana y de otros países que aparentemente presentaban anomalías a la teoría de la secularización. La religiosidad, por otra parte, no siempre aparecería como causa sino como consecuencia (lo que ayudaría a explicar también la excepción de los países poscomunistas) de un ambiente social adverso donde los indidivuos han de enfrentarse con mayores situaciones de stress, depauperación social, sentimientos de soledad o falta de apoyo espiritual. Lo cual, por supuesto, no deja de reflejar la más famosa observación que Karl Marx hizo sobre la religión:
La inquietud religiosa es al mismo tiempo la expresión del sufrimiento real y una protesta contra el sufrimiento real. La religión es la queja de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de cosas desalmado. Es el opio del pueblo.
Referencias:

(1) Jaffe, Klaus. 2005. Science, religion and economic developement. Interciencia 30, 6:82-91

(2) Larson, Edward J. & Larry Witham. 1998. Leading scientists still reject god. Nature, 23

(3) Gill, Anthony & Erik Lundsgaarde. 2004. State Welfare Spending and Religiosity: A Cross-National Analysis. Rationality and Society 16 (4): 399-436.

(4) Rossano, Matt J. 2001. The religious mind and the Evolution of Religion. Review of General Psychology 4:346-64

(5) McCauley, Robert N. 2000. The naturalness of religion and the unnaturalness of science.

(6) Paul, Gregory S. 2005. Cross-National Correlations of Quantifiable Societal Health with Popular Religiosity and Secularism in the Prosperous Democracies. Journal of religion & Society, 7

(7) Rees, TJ. 2009. Is Personal Insecurity a Cause of Cross-National Differences in the Intensity of Religious Belief? Journal of Religion and Society, 11

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