La derecha cultural y el creacionismo

Las opiniones de Pedro Fernández Barbadillo sobre Darwin pueden provocar entre estupefacción y muecas risueñas, pero no son en absoluto raras en la derecha cultural. Todo lo contrario. El propio Barbadillo es un intelectual perfectamente aclimatado en el conservadurismo español mayoritario: colaborador de GEES, columnista en Libertad Digital y autor de un libro "AntiZP" prologado por Vidal-Quadras, al parecer uno de los promotores del "regeneracionista" y espiritualista Foro Arbil.

Es cierto que en España no existe un movimiento propagandístico del tipo del Discovery Institute norteamericano y que la teoría científica de la evolución goza todavía de una aceptación razonable, pero la actitud ambivalente de los intelectuales eclesiásticos sobre el evolucionismo (siguiendo la lógica característicamente clerical del "Sí pero no" y "Un poquito nada más" anotada por Puente Ojea) siempre ha permitido al creacionismo instintivo de la derecha religiosa encontrar vías de expresión institucionales, incluyendo universidades y respetados institutos dedicados a la investigación científica (recordemos que el mismo CSIC se proponía conjugar "las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de la modernidad").

Lo más frecuente, dentro de este paisaje cultural, es que los profesores y formadores de opinión católicos oscilen entre el acomodacionismo elegante de Francisco J. Ayala, típico de los científicos que no desean meterse en líos (aunque a Jerry Coyne no le convence: afirmar que ciencia y religión son compatibles porque algunos científicos son religiosos "es como decir que el matrimonio y el adulterio son compatibles porque algunas personas casadas son adúlteras") y el creacionismo populista de los intelectuales literarios que lo ignoran todo sobre la ciencia natural.

La única razón que predice el rechazo de Darwin es de carácter sectario y religioso. La única pregunta interesante que se le puede formular a un crítico del "darwinismo" es a qué iglesia pertenece. El Diseño Inteligente en particular, como apuntaba Jerry Coyne no es nada más que "la fe que no se atreve a decir su nombre", y la obligación de los educadores y los intelectuales responsables -más que entrar en debates contraproducentes con los compinches del irracionalismo -debería consistir en facilitar una formación adecuada que vacune contra el virus oscurantista.

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