Las creencias no tienen derechos

Al final lo han conseguido. El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha aprobado finalmente la propuesta de varios países de mayoría islámica y "no alineados" para promover leyes internacionales contra la crítica de las religiones, especialmente del Islam. De los 47 miembros del consejo, votaron a favor 23, se abstuvieron 13, y volvieron a oponerse los representantes occidentales.

Bajo una retórica anti-occidentalista y mensajes de tolerancia universal, lo que el Consejo ha lanzado en realidad es un ultimatum a la libertad de expresión. A partir de aquí, los juristas internacionales, en nombre de la humanidad, pueden empezar a tomar en serio la idea de que los sistemas de creencias, no las personas, poseen "derechos" que merecen protección especial.

El Congreso Judío Mundial ha criticado la iniciativa. Y será interesante averiguar la opinión de El Vaticano.

Si hacemos algo de historia, se recordará por ejemplo la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos (Argel, 1976) y los distintos movimientos a favor del "derecho de autodeterminación" a partir de los años setenta del siglo pasado. Entonces también se oponía el bloque de los EE.UU., frente al apoyo de los soviéticos y los "No Alienados". Entonces también estaba en juego no sólo geopolítica, sino dos visiones diferentes y difícilmente conciliables del derecho internacional: la que enfrenta a los derechos centrados en el individuo con la visión de los derechos centrados en la comunidad, y ahora también en los sistemas de creencias.

Las solemnes declaraciones de Argel o Durban subvierten el sentido originario del derecho individual, discuten la esencia de la ciudadanía y manifiestan una ruptura en la "comunidad internacional" que sólo se podría ignorar adoptando un punto de vista "extraterrestre", parecido al del alienígena Klaatu de Ultimatum a la tierra (1951) bajo el trasfondo de la guerra fría.

Boicot Durban II (y aqui). Christopher Hitchens: "No digas una palabra".

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