La declaración de Madrid como ejemplo de "ciencia católica"

The lancet (Vía), una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, ha exigido a Ratzinger que rectifique por sus comentarios moralmente irresponsables sobre los anticonceptivos en África. La petición tiene un gran impacto debido a la autoridad de la institución que la respalda. Pues bien, ¿no deberían responder con la misma contundencia las instituciones científicas españolas -revistas, universidades- para desautorizar la Declaración de Madrid?

¿He dicho instituciones científicas españolas? Vamos a hacer un poco de historia. El Centro Superior de Investigaciones Científicas, el análogo hispano de la Royal Society, se fundó tras la guerra civil como una reacción ante la Junta para Ampliación de Investigaciones Científicas -de inspiración krausista- y desde su ley fundacional se proponía imponer "al orden de la cultura, las ideas esenciales que han inspirado nuestro Glorioso Movimiento, en las que se conjugan las lecciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias de la modernidad". En realidad, su presidente y fundador, José Ibáñez Martín se proponía restaurar nada menos que una "ciencia católica"... Lógicamente el CSIC ha cambiado desde entonces, aunque siempre es conveniente comprender nuestra tradición -sobre todo para evitar repetirla.

¿Es la actual declaración de Madrid un ejemplo de aquella "ciencia católica" revisada? ¿Es que esos cientos de "científicos" (incluyendo pintores y catedráticos de derecho eclesiástico) representan a la ciencia y la universidad española de hoy mismo?. No, de acuerdo con un "contramanifiesto" firmado por 17 científicos (muchos de ellos del CSIC), pero cuya envergadura mediática -a pesar de que El País los considera la "élite científica"- no puede compararse a la agitación lograda por los fundamentalistas y "científicos" cómplices.

Agitación que hubiera sido improbable si nuestros científicos se hubieran comprometido en España, desde hace tiempo, a promover un movimiento de comprensión pública de la ciencia (para evitar al menos las manipulaciones más gruesas, como confundir la verdad científica de una tesis con el número de adhesiones y firmas que suscita). De hecho, las mejores críticas a la declaración antiabortista no provienen estos días de científicos, sino de filósofos -naturalistas-, como el casi inapelable comentario de Jesús Mosterín.

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