Educar sin dioses

La base de la moral humana es completamente natural. El test de sentido moral dirigido por Marc Hauser en Harvard, por ejemplo, no mostraba diferencias estadísticas significativas en el comportamiento moral de creyentes e increyentes. En la vida real, una mayoría de personas maduras nos guiamos empleando criterios morales prácticos y de sentido común, no por fabulosas e indemostrables justificaciones trascendentes. Las ideas sobre la inmoralidad atea o sobre el caos secular, en consecuencia, se descubren cada vez más como prejuicios irracionales y acientíficos. Podríamos expresarlo en los términos desafiantes de Christopher Hitchens: Nombre una acción o una declaración moral de un creyente que no haya podido ser realizada también por un ateo.

¿Pero qué ocurre con los niños y los jóvenes que no han alcanzado aún el estado de madurez ética? ¿No es indispensable al menos para ellos la educación religiosa? Platón recomendaba educar en la piedad como único remedio contra "los desenfrenos y atropellos de la juventud" (Las leyes, X). Pero hoy se discute realmente en qué medida la religión es "buena para los niños", y los psicólogos infantiles advierten de que asimilar los principios racionales de la conducta moral constituye a fín de cuentas el objetivo de la educación moral, que no puede descansar con preferencia en la autoridad paterna, en las escrituras o en el platónico "fármaco del miedo".

La lucha por la hegemonía de las religiones no detiene la secularización, y de hecho aumentan el número de increyentes y el asociacionismo laico que busca incluso nuevos modos de articular la educación. Éste es el caso de Dale McCowan, autor de las primeras guías pedagógicas explícitamente laicas: La educación más allá de la creencia. Su bitácora también es muy interesante: The meming of life.

Más recursos para educar librepensadores: La carta de Richard Dawkins a su hija Juliet

ACT. La traducción de la entrevista a McGowan en Cultura 3.0

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