La revisión conservadora del holocausto

Cada vez es más explícita la alianza de conservadores religiosos, musulmanes y cristianos católicos en particular. Lo ha reconocido estos días el rey Abdulá tras sacudir la mano de un obispo: "Nuestro diálogo será un éxito de la fe contra el ateísmo, de la virtud contra el vicio, de la justicia contra la injusticia, contra la paz de los conflictos y las guerras, y de la fraternidad humana contra el racismo". He aquí una ideología compartida orientada al descrédito del pensamiento secular, definida por los clérigos y divulgada por muchos intelectuales laicos. Pío Moa, por ejemplo, en su última desbarrada, prácticamente calca los argumentos empleados con mayor o menor virulencia por Richard Weikart, Harun Yahya o Ben Stein. Según este propagandista converso, incluso la causa del Holocausto no habría que buscarla en el ciego irracionalismo de los nazis, sino en una racionalidad potencialmente monstruosa e inhumana pregnada de naturalismo científico:
A mi juicio subyace en el Holocausto otra razón más profunda: la concepción científica de que el hombre es, en definitiva, un animal, con ciertos rasgos especiales pero ninguna relación con lo que suele llamarse divinidad. No se trata solo de la lucha por la vida o la selección natural: el hombre, según su interés, impone a los animales procesos artificiales de selección, y a tal fin elimina sin escrúpulos morales a los animales considerados perjudiciales o inferiores.
Como ha apuntado un comentarista de este mismo blog, los efectos del "racionalismo" darwiniano son, en todo caso, devastadores para el racismo político y moral. Si algún contenido paradigmático tiene la "revolución naturalista" fundada por Darwin -en mi opinión al menos- es precisamente el cuestionamiento del esencialismo filosófico y el concepto clásico de "especie" que las teorías racistas han precisado desde Platón. Las especies darwinianas no son ideas eternas, sino poblaciones relativamente estables, y en consecuencia el concepto de "raza" no puede entenderse ya como una esencia biológica o moral. Todas las lecturas "darwinistas" del nazismo se basan sistemáticamente en una caracterización del evolucionismo (y de la teoría de la selección natural, en particular) centrada precisamente en lo que éste menos tenía de científico y más de epocal o circunstancial.

Pero es que históricamente la asociación entre racionalismo, darwinismo y antisemitismo es apenas remota, o cuando menos irrelevante en comparación con otros factores específicamente religiosos y políticos. John Wilkins publicó hace tiempo una instructiva relación de las influencias de la era racionalista cristiana en la judeofobia, desde el medioevo hasta la época moderna. Tal y como reconocía, en un testimonio demoledor, el cineasta Ingmar Bergman:
Casi toda nuestra educación estuvo basada en conceptos como pecado, confesión, castigo, perdón y misericordia, factores concretos en las relaciones entre padres e hijos, y con Dios. Había en ello una lógica interna que nosotros aceptábamos y creíamos comprender. Este hecho contribuyó posiblemente a nuestra pasiva aceptación del nazismo. Nunca habíamos oído hablar de libertad y no teníamos ni la más remota idea de a qué sabía. En un sistema jerárquico, todas las puertas están cerradas.
Como será la cosa que hasta asociaciones judías han debido salir al paso públicamente contra esta frecuente instrumentalización y trivialización de los crímenes nazis, y del holocausto en especial, practicada por los ultraconservadores. Hoy mismo conocíamos que una universidad hebrea cancelaba una presunta "conferencia de reconciliación" promovida por "científicos turcos" ante el temor fundado de que el evento sirviera como propaganda paracientífica. Estos profesores israelitas simplemente han mostrado la actitud correcta que la comunidad científica debe seguir en estos temas: agitadores y falsificadores fuera de la academia.

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