Redefiniendo la religión

El significado de una palabra no es la etimología, pero tradicionalmente son dos los sentidos que se han atribuído al término "religión". Cicerón (De natura deorum, II - 28) refería que el sustantivo religio proviene de relegere (opuesto a "neglere", descuidar); esto es, releer, cuidar o vigilar los ritos y libros tradicionales. Es la noción más conservadora de religión. De modo, si se prefiere, más progresista o existencial, Lactancio (Divinae Institutiones IV-28) o san Agustín entienden la religión como religare, reunir o atar -con el Dios verdadero, se entiende. Por eso el mismo san Agustín podía ver el cristianismo como un progreso con respecto a la religión romana conservadora: "Roma no habría evitado su ruina conservando sus dioses, sino más digno de fe me parece que éstos habrían perecido mucho antes si Roma no hubiera hecho lo imposible por conservarlos a ellos" (La ciudad de Dios, I - III).

Es interesante recordar también la distinción debida a Varrón entre los tres tipos fundamentales de teología ("la ciencia que trata de los dioses"): la teología fabulosa o mítica, que trata de las representaciones poéticas y literarias de las divinidades, la teología natural (a partir de esta tradición podrán hablar Hume y otros de "Religión natural"), aquella de la que tratan los físicos y los filosófos, y por último la teología civil, ni específicamente natural ni mitológica, sino más bien política. Los tres tipos de religión se acomodan, según Varrón al Teatro, el Mundo y la Ciudad. Lo que es aún más importante, no hay por qué presuponer armonía entre estos géneros de teología, como reconocía Zubiri:
Un gran historiador de las religiones (Cumont 1929: 40-41) escribía que el culto de los dioses en Roma era un deber cívico, mientras que el culto de los dioses de misterios extranjeros era la expresión de una fe personal; esto fue lo que hizo que el Imperio se abriera a formas de religión distintas de las puramente cívicas, causando la fácil victoria de los dioses griegos y orientales en los últimos siglos de la república.
Sin negar la importancia de las definiciones tradicionales, parece evidente que hoy es preciso redefinir el concepto de religión a partir del desarrollo de la antropología cultural, la psicología evolucionista, la neurociencia y un más amplio paradigma naturalista que no puede dejar intacto el campo clásico de las ciencias religiosas. Así pues, necesitamos un concepto más operativo de "religión" que no parta del supuesto "standard" sobre la esencia exclusivamente cultural, social o histórica de la religión. En un sentido muy general, Daniel Dennett proponía definir las religiones, frente a la definición "existencialista" de William James y otros, como "sistemas sociales en los cuales los participantes afirman la creencia y persiguen el reconocimiento de un agente o agentes sobrenaturales". Así pues, la religión asume la presencia de los dioses como agentes con los cuales los hombres son capaces de interactuar de algún modo, y no tanto como seres inmutables y eternos -tal y como define Aristóteles su motor inmóvil. Gustavo Bueno también propuso algo muy similar hace tiempo, al definir el núcleo de la religion en torno a los númenes, es decir, agentes no humanos aunque tampoco corrientemente naturales que son percibidos como dotados de inteligencia y voluntad. Según Bueno, el origen natural del numen radica en el enfrentamiento de los hombres paleolíticos con los animales numinosos, en particular gracias a la caza. A partir de este origen, observaríamos una evolución histórica de la religión hacia formas cada vez menos "tangibles" y más metafísicas, a medida que nos alejamos del núcleo religioso natural.

Actualmente comprendemos mejor que las bases naturales para el reconocimiento de los númenes naturales radican en disposiciones relacionadas con la percepción y la cognición. Brevemente: para "reconocer" a los dioses primero debimos aprender a reconocer a los animales, y este es un dispositivo que cabe rastrear desde el origen de las células cerebrales excitables que llamamos "neuronas", y que facilitaron el reconocimiento de la realidad exterior como una cuestión de supervivencia. Justin Barrett llama Dispositivo de Detección de Agente Hiperactivo a esta cualidad que permite discriminar entre las cosas que se mueven de una manera particular. A partir de aquí será posible comenzar a distinguir el mundo animado del inerte y, en el caso de los animales inteligentes, a atribuir una conciencia intencional a ciertos fenómenos del mundo físico. El último paso es la atribución de inteligencia a lo meta-físico: del noesis noesos de Aristóteles al Dios de la escolástica cristiana.

De acuerdo con los psicólogos evolucionistas, el hombre está lejos de ser un animal sin instintos. Tenemos, en realidad, multitud de ellos: sociales, lingüisticos, morales....religiosos. No hay duda de que las creencias religiosas constituyen un universal humano, igual que la tendencia a clasificar los colores de un cierto modo, o a atribuir un "impetus" en las fuerzas del movimiento, pero -y esto lo esencial- la "religión natural" se parece más a lo que los antropólogos y filósofos de la religión llaman tradicionalmente "animismo" que a las religiones avanzadas. En este sentido, el instinto religioso es un false friend de los conservadores religiosos, puesto que las "religiones del libro" evolucionaron, en buena medida, al domesticar y limitar el animismo instintivo de los seres humanos, imprimiendo una dirección cada vez más metafísica, racionalista y moralista a la conducta y los ritos religiosos.

¿Cómo trata el naturalismo al fenómeno religioso, en comparación con otros enfoques? En principio, naturalizar la religión nada tiene que ver con justificar todas sus expresiones. Tiene mucho más que ver con comprenderla como un fenómeno humano natural, al lado de otros. La religión es sin duda una "adaptación", un "good trick", pero también lo han sido, según ciertas circuntancias históricas y locales, el infanticidio, el rapto de mujeres o las coaliciones agresivas. Así pues, naturalizar no es legitimar ciegamente. En segundo lugar, un enfoque naturalista cuestionaría -a mi modo de ver- el imperialismo del Homo Religiosus, que tiende a entender el sentido principal de la cultura humana ordo ad deum. Naturalizar las ciencias religiosas también supone "religarlas" con la totalidad de las ciencias, terminando con los enfoques que, bajo la excusa de la autonomía, promueven un independentismo de la disciplina que es tan epistemológicamente decrépito como moralmente tendencioso.

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