La neuroeconomía según El País

El periódico global de noticias en español publica hoy un breve artículo sobre neuroeconomía con el ilustrativo título Dime qué sientes y te haré ganar dinero, un comentario destinado a presentar la disciplina como un cruce entre manual de auto-ayuda y pseudociencia del laissez faire practicada por ejecutivos y corredores de bolsa oportunistas. No obstante, el artículo está muy bien para desvelar la espantosa ignorancia de la academia española. A Ismael Quintanilla, profesor de psicología social en la universidad de Valencia, por ejemplo, le "suena muy raro" eso de la neuroeconomía, y además, afirma resistirse "a interpretarlo con códigos científicamente correctos".

Más adelante encontramos la clave. Según Quintanilla, la neuroeconomía "parte de la base de que el cerebro influye en lo económico. Esto no es del todo afortunado, los componentes sociales son más importantes que los biológicos. La economía es una ciencia social, es decir, influye en mi comportamiento social, y viceversa."

Lo que viene a resumir el prejuicio standard a cerca no ya de la prioridad de lo social sobre lo biológico, sino de la independencia de la ciencia social con respecto a la natural. Si el cerebro no influye en el comportamiento económico, será porque la cultura y la sociedad han emancipado al ser humano de su naturaleza, convirtiendo de antemano en inútil cualquier intento de consiliencia entre ciencias humanas y naturales. A muchos científicos sociales aún les resulta difícil de asumir que la organización de las células, las moléculas y las conexiones químicas del cerebro puedan influir significativamente en el campo de la ciencia social.

Pese a tratarse de una disciplina emergente (de aproximadamente una década de edad) y estar respaldada seriamente por muchas universidades y centros de investigación, de Princeton al MIT, a la articulista de El País la neuroconomía le parece, en el mejor de los casos, una especie de nueva expresión religiosa y la coartada cientifista para la "felicidad de los mercados". Herbert Simon, Tversky y Kahneman (por mencionar antecedentes necesarios del paradigma económico naturalista), Gregory Clark, o Paul J. Zak, pueden irse al diablo con sus economías del prozac.

Si queréis información digamos, menos tendenciosa, visitar este blog: Neuroeconomía. Sobre aspectos más generales de la neurocultura: Sapere Audere.

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