¡Fuera la cabeza!

Los lectores de Stanislaw Lem recordarán el capítulo de Diarios de las estrellas (viaje vigésimo primero) donde la "autoevolución" y la "libertad para elaborar los cuerpos y las almas" se había desarrollado tanto que los seres humanos se habían vuelto irreconocibles. Había bosques donde no crecían árboles, sino muebles y mesillas de noche monstruosas, matorrales estilo Luis XV, causeuses salvajes...La repulsa al ser humano "natural" había alcanzado tal apogeo que se denunciaba como un tópico el derroche inmemorial de la selección natural. En su lugar, la automorfía de las "revoluciones bióticas" había logrado erradicar la diferencia entre Natural y Artificial. Algo así como las perspectivas de una sociedad ultraprogresista:
Mientras tanto BUROCUPS perfeccionaba los órganos internos, proveía la columna vertebral de una mejor suspensión y fortaleza, fabricaba corazones y riñones de recambio; pero todo eso no satifacía a los extremistas, que pugnaban bajo consignas demagógicas como: ¡Fuera la cabeza! (por no ser lo bastante amplia), ¡Cerebro al vientre! (porque allí había más sitio), etcétera, o a aquellos platónicos por su fariseísmo, exigían por el contrario la amplificación y escalada de lo que ya existía...
Imposible no reconocer aires de familia en la lucha de las Preciado y compañia contra "las restricciones normativas de la sociedad de los cuerpos hegemónicos válidos". Y es todo un mérito de Lem haber caminado por la imaginación de esa pendiente que lleva a la destrucción teórica y práctica de la naturaleza humana. De momento no pasa de ser la utopía de un puñado de académicos, pero en una sociedad sin lo que llaman "hegemonía" cada vez será más difícil distinguir a una profesora universitaria de una mesilla de noche (de hecho, empieza a ser algo difícil).

Los sueños de la emancipación también producen monstruos. ¿Quién quiere realmente vivir en un mundo "no darwiniano"?

Viene de El Neoconomicón y El Café de Ocata.

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